África y el cambio de la política exterior alemana

Marcos Suárez Sipmann
 |  2 de noviembre de 2016

Llegan menos refugiados a Alemania. Es cierto. No obstante, la verdadera crisis empieza ahora. Berlín es consciente de ello. Los pasados 15 meses mostraron que los conflictos globales de repente se traducen en cuestiones de política interna. El epicentro de esta crisis está en África, si bien transitoriamente ocultado por la guerra de Oriente Próximo. Tres datos bastan para explicar por qué el destino de Europa dependerá durante décadas de la cuestión africana.

En África cada mujer tiene un promedio de cuatro hijos. En el resto del mundo, solo dos. Muy pronto, en 35 años, su número de habitantes se duplicará. Serán más de 2.500 millones de personas. Más que en India o en China. África necesita una modernización como la sucedida en Asia. Solo un 20% de los africanos tiene un trabajo regular. Mientras la población crece de manera dramática, los puestos de trabajo lo hacen muy lentamente. Cientos de millones malvivirán sin perspectivas de futuro.

La cancillería alemana empieza a actuar en consecuencia. Es en este contexto en el que ha de verse el objetivo de la presidencia de Alemania del G-20 que comenzará en 2017: el fomento y el estímulo de las economías africanas. A mediados de año se celebrará en Berlín una conferencia enfocada a la inversión privada y la logística. Solo incorporando los países en desarrollo a la economía mundial de manera justa y respetando el medio ambiente se logrará paliar la crisis migratoria. Se trata del reto geopolítico más importante de este siglo.

Es un paso en la dirección correcta. Hay que evitar, sin embargo, volver a una política de gestos grandilocuentes con escaso contenido. Para ello y para darle continuidad esta meta marcada por Alemania cuenta además con la novedad que supone la troika, que empezará a dirigir el G-20 también en 2017. Junto con Alemania estarán China como presidencia saliente y Argentina, la entrante en 2018.

 

Comienzo del viaje: Malí

Hace escasas semanas comenzaba en Malí el viaje de tres días de la canciller Angela Merkel a África. Posteriormente visitó Níger y Etiopía. El hecho puede constituir ni mas ni menos que el comienzo de la refundación de la política exterior alemana en África. Merkel lleva tiempo insistiendo en la necesidad de una mayor implicación de su país y de la Unión Europea en África como única fórmula para acabar a medio y largo plazo con las oleadas de emigrantes económicos y refugiados políticos. Ningún líder europeo se ha comprometido como ella con los refugiados. Nadie ha sido tan claro al exponer el vínculo existente entre el bienestar de los migrantes y el de los europeos.

La visita se centró en combatir el éxodo de personas desde estos países y firmar acuerdos bilaterales para frenar las migraciones. Para ello se requieren dos cosas: fomentar la estabilidad política en la región y promover el desarrollo sostenible como fórmula para desincentivar la migración económica. Ya antes de desplazarse a África, Merkel había lanzado un mensaje: además de la ayuda al desarrollo deben mejorarse las condiciones para la inversión privada. “Tan solo con apoyo estatal no se puede lograr el desarrollo de todo un continente”, señaló.

En esta ocasión ha sido una gira exclusivamente política, por lo que la canciller no estuvo acompañada de delegación económica. Junto al combate de las causas que llevan a millones de personas a abandonar sus países, el otro punto central de la agenda eran los acuerdos bilaterales. Los primeros destinos de Merkel fueron Malí y Níger, estaciones de paso centrales en las rutas migratorias.

La canciller subrayó la importancia de la juventud. El esfuerzo de los Estados africanos para poner fin al éxodo de jóvenes dista de ser suficiente. Solo se conseguirá la igualdad de oportunidades mediante la introducción de reformas democráticas y económicas. El presidente de Malí, Ibrahim Boucabar Keïta, declaró: “Queremos que nuestros jóvenes se queden con nosotros y no se ahoguen en el Mediterráneo”.

 

Primera canciller en Níger

Merkel ha sido la primera canciller que visita Níger, país que ocupa el último puesto (el 188) en el Índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas. El periódico Le Sahel dedicó una edición especial a la visita de la única de un jefe de gobierno alemán al Estado más pobre del mundo. Níger es el país de tránsito más importante desde África occidental y central hacia el norte. En 2015 atravesaron el país 150.000 migrantes en dirección Argelia y Libia. La tendencia muestra un claro incremento. En el primer semestre de 2016 ya eran 160.000. Muchos continúan hacia Europa.

Níger tiene el índice de natalidad más elevado del planeta: 7,5 hijos por mujer. Esta explosión demográfica mina cualquier crecimiento económico. Por si fuera poco, la estabilidad está amenazada en tres frentes. Al oeste, Malí en lucha contra islamistas y grupos tuaregs; al norte, Libia, sin estructuras de gobierno y en una total implosión de su sistema político; y al Sur, Nigeria y en especial el lago Chad, el terror de Boko Haram.

No todo son malas noticias. Según la Organización Internacional para las Migraciones (desde hace unas semanas una suborganización de la ONU), el número de refugiados en Níger ha experimentado un leve retroceso, aunque es temprano para hablar de un cambio de tendencia.

Merkel ha reconocido que no se puede exigir a un país con carencias fundamentales que luche contra la emigración, sin contribuir a su desarrollo y reducir la pobreza. Solo entonces puede combatirse con garantías el terrorismo islamista, las redes de traficantes de personas y la migración ilegal. De ahí que se comprometiera con el presidente, Mahamadou Issoufou, a incrementar de la ayuda bilateral al desarrollo; a los actuales 26 millones de euros anuales se añadirán 17 millones en 2017 para la creación de puestos de trabajo en regiones que ahora viven del tráfico de personas. Un total de 60 millones más en los próximos cinco años. Sin contar los 10 millones que se invertirán en infraestructura militar. Níger es, por otro lado, el país africano que recibe más ayuda per cápita de la UE. Issoufou ha agradecido este apoyo, pero considera que lo que se impone es un verdadero “Plan Marshall” para África.

Hace un año, en la cumbre de La Valeta (Malta) entre la UE y 35 Estados africanos, Bruselas ofreció 1.800 millones de euros en ayudas económicas, en infraestructura y educación. Como contrapartida, los africanos debían mejorar sus controles fronterizos y acoger a los migrantes rechazados en Europa. Issoufou ha pedido 1.000 millones tan solo para Níger. Eso sería mucho más de los 800 millones que su país ha recibido de Alemania desde 1962, cuando los alemanes comenzaron a desembolsar dinero para cooperación al desarrollo.

Merkel estima que lo importante es que el dinero llegue a las personas. Insiste en que de nada sirve gastar sin crear las necesarias estructuras. De manera inusualmente clara rechazó la idea de un Plan Marshall. Arguyó que la comparación no es válida debido a que las condiciones marco no son aplicables en su conjunto a África. Lo que Merkel ofrece son las llamadas “asociaciones migratorias” entre los Estados africanos y la UE. La esperanza africana reside en que al tiempo que Europa vela por sus fronteras, empiece a comprometerse con los problemas africanos como nunca antes hizo.

En Malí y Níger hubo un encuentro con los soldados alemanes estacionados para las misiones militares internacionales. Precisamente, el viaje a Malí tenía el objetivo de reforzar la cooperación germano-francesa en materia militar.

 

Etiopía y el Afrikawende

En la última escala, Etiopía, Merkel solicitó al primer ministro, Haile Mariam Desalegne, mayor apertura política y la garantía de no hacer un uso excesivo de la fuerza contra los manifestantes. Se reunió con líderes de la oposición y miembros de la sociedad civil. Tras un año de disturbios en el país y el aumento exponencial de la violencia desde hace 10 días, el 30 de octubre se declaró el estado de emergencia por un periodo de seis meses. Pese a ser una de las naciones africanas que ha experimentado un mayor crecimiento económico –10% en 2015– la mayor parte de la población es rural y depende de la agricultura de subsistencia. Durante la primera mitad de este año, la hambruna como consecuencia de sequías e inundaciones ha forzado a más de 600.000 personas a abandonar sus hogares. Se estima que actualmente 9,7 millones de etíopes necesitan asistencia alimentaria.

En Adis Abeba, sede de la Unión Africana (UA), la canciller pidió que la organización aumentara sus esfuerzos para reducir la inmigración ilegal. Merkel afirmó en la capital etíope que África está ganando una importancia global por lo que “deberíais permanecer unidos”. Una advertencia también válida para Europa. Si el gobierno alemán parece asumir ahora los retos globales de manera más activa se debe en parte a que el Brexit y el ascenso del Frente Nacional en Francia dejan un vacío político que demanda un nuevo liderazgo en Europa.

Berlín proclama la Afrikawende, el “cambio africano”. Un término, “die Wende”, que se aplicó asimismo a la reunificación. El continente pasará a ocupar un lugar central. La política exterior alemana está intrínsecamente unida a la cuestión de los refugiados, que será central en el debate en las elecciones federales de septiembre de 2017.

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