En los años ochenta, el presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, Paul Volcker, demostró que el fantasma de la inflación solo se vence con sacrificios. De ahí la importancia de que la política monetaria sea independiente del poder político. Los objetivos de estabilidad de precios requieren un esfuerzo que los dirigentes difícilmente pueden reclamar a sus ciudadanos, y menos si son sus votantes.
El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, ha elegido el camino opuesto. Para frenar la inflación quiere aplicar una política monetaria expansiva en la que el banco central contribuya a maximizar el ciclo económico. Lo que espera es que se produzca el milagro de que con más dinero barato en circulación se frene la inflación. O quizá Erdogan sea consciente de que lo único que puede conseguir es acelerar el crecimiento económico sobre la base del crédito barato y la inflación.
Sea cual sea el…