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Europa, España y el cambio del paisaje energético

Pedro Antonio Merino y Mª Teresa Nonay
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¿Será posible reproducir el éxito alcanzado en EE UU con la revolución del tight oil y el shale gas en otras regiones del mundo? En España, en materia de hidrocarburos no convencionales está todo por hacer. En Europa, la competitividad de su industria está en juego.

Desde que el presidente Richard Nixon se dirigió a los ciudadanos estadounidenses en noviembre de 1973 prometiéndoles la independencia energética, hablar de política energética en EE UU, y en el mundo occidental en general, ha sido hablar de escasez de recursos y dependencia exterior.

Cuando Nixon pronunció su discurso, ­EE UU importaba aproximadamente el 35 por cien de su consumo de petróleo. En 2008 estaba importando el 66 por cien. En ese periodo, la producción doméstica de petróleo descendió más de un tercio en el país. Y también lo hizo, aunque en menor medida (un siete por cien), la de gas natural. Así, en 2008, todo apuntaba a que EE UU se convertiría en un gran importador tanto de crudo como de gas natural en forma de costoso gas natural licuado (GNL), para lo que se construyeron varias plantas de regasificación.

Pero llegaron el tight oil (petróleo en formaciones compactas) y el shale gas (gas de pizarra). Aunque el desarrollo de estos recursos no convencionales había comenzado ya a finales de los años noventa, no fue hasta 2008 cuando su magnitud empezó a ser representativa. Gracias a los no convencionales, en el periodo 2008-2013 se estima que la producción doméstica de petróleo estadounidense se ha incrementado cerca de un 50 por cien y la de gas natural más de un 30.

En el caso del petróleo esto se traduce en que, en tan solo cuatro años, el país se ha situado en los niveles de dependencia exterior de 1996 (52 por cien). En el…

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