Editorial: Salamandra
Fecha: 2015
Páginas: 158
Lugar: Barcelona

Cómic, sociología y estereotipos

Pedro Rojo
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El Árabe del Futuro oculta, bajo su humor primario y la infantil mirada de su protagonista, dos factores que lo convierten en un cómic perverso. Se trata de un relato autobiográfico que recorre los primeros seis años de Riad Sattouf, un niño rubio de madre francesa y padre sirio. El padre, tras estudiar el doctorado en Francia, consigue un puesto de profesor en Libia y posteriormente en Siria.

El cómic es una concatenación de los estereotipos orientalistas sobre los árabes que circulan por el subconsciente europeo: hombres violentos, sucios, forofos de sus dictadores; mujeres beatas, sumisas y cubiertas de negro. El peligro de este cómic es doble: por una parte, se plantea esta visión del mundo árabe desde la cándida mirada de un niño “inocente”, pero que en manos de su autor no es más que la marioneta para ridiculizar lo árabe. El segundo elemento que hace peligroso este cómic es la identidad árabe de su autor que, a pesar de no haber vuelto a Siria desde los años noventa, le confiere un áurea de verosimilitud ante todo lo que cuenta, sobre todo a ojos de los lectores con poco espíritu crítico o deseosos de contar con este tipo de munición.

Desde la aparición de Persépolis de Marjane Satrapi, el género del cómic autobiográfico en Oriente Próximo se ha elevado a nivel de estudio sociológico. Es absurdo aislar estas narraciones del contexto personal de cada uno de sus autores, de las influencias de su entorno familiar, histórico, y extrapolarlos al nivel de referente para el conocimiento del momento histórico que narran o de las sociedades en las que suceden. La relación personal de cada autor con su entorno y sus raíces marcan de manera ineludible el producto final. Por ejemplo, la libanesa Zeina Abirached consigue narrar con una gran ternura en El juego de las golondrinas su vivencia de la guerra civil libanesa. La cohesión familiar y el refugio que encontró en esa relación marca el tono positivo de la obra. Por su parte, la palestino-estadounidense, Leila Abdelrazaq, recupera en Baddawi las memorias de la infancia de su padre, refugiado palestino en Líbano en los años sesenta y setenta, desde la perspectiva de la lucha del pueblo palestino por recuperar su Estado.

La limitación lingüística de Occidente hace que solo hayan llegado al mercado internacional novelas gráficas de autores árabes que escriben en inglés o francés, privándonos de otras obras autobiográficas escritas en árabe y, por tanto, para el público árabe como Murrabba wa laban, de la libanesa Lena Merhej.

Al igual que en los casos anteriores, la relación familiar de Sattouf marca El Árabe del futuro. Un padre presentado como autoritario, errático, vago y supersticioso es su enlace con el mundo árabe que describe, según los recuerdos de sus seis primeros años de vida. El divorcio de sus padres y el posterior enfrentamiento que tuvo con su progenitor pueden explicar el rencor que se plasma en el libro hacia la cultura y sociedad árabe en general y la siria en particular. No hay, en las 158 páginas del libro, un solo resquicio de ternura o de situaciones positivas relacionadas con el mundo árabe, solo con su parte francesa de la familia.

El humor rudo que impregna el libro es una característica de toda la obra de Sattouf, como Pascal Brutal, que obtuvo el Fauve d’Or del Festival del Cómic de Angulema 2010 o Manual del pajillero,  y su primer asalto al cómic autobiográfico Mi circuncisión. El humor irreverente y pseudoadolescente de Sattouf le permitió trabajar durante 10 años en la malograda revista Charlie Hebdo, donde publicaba su tira «La vida secreta de los jóvenes».

El hecho de que fuese un antiguo colaborador de la revista y que la edición de 2015 del Festival de Angulema se dedicase a la memoria del ataque contra Charlie Hebdo pesó a la hora de otorgarle el Fauve d’Or por El árabe del futuro. El premio ha convertido lo que era ya un fenómeno de ventas francés en un acontecimiento internacional, con traducciones a más de 15 lenguas. Un éxito que lamentablemente refuerza la máxima de que el cómic árabe que llega a Occidente es aquel en el que se perpetúan los estereotipos sobre la zona.

Esperamos que, además de los dos volúmenes que faltan de la autobiografía “árabe” de Sattouf, en el futuro lleguen también al mercado occidental obras árabes cuyo interés sea literario y no orientalista.