Editorial: Debate
Fecha: 2014
Páginas: 462
Lugar: Barcelona

¿Quién controla el futuro?

Jaron Lanier
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Jaron Lanier ha creado un monstruo. El gurú de las nuevas tecnologías, pionero en el desarrollo de la World Wide Web y el concepto de la realidad virtual, además de músico especializado en instrumentos “arcaicos y muy poco conocidos”, está preocupado con la deriva de la tecnología de la información. En ¿Quién controla el futuro?, el autor de Contra el rebaño digital comparte sus inquietudes y ofrece soluciones que nos permitan aunar tecnología y sostenibilidad.

El problema es el siguiente: la automatización y el desarrollo de la inteligencia artificial están acabando con sectores enteros de nuestra economía. Kodak llegó a tener 140.000 empleados repartidos por todo el mundo. Su sucesora digital, Instagram, es una start-up de Silicon Valley en la que trabajan 13 personas. Uber amenaza a los taxistas, pero mañana el coche autónomo de Google amenazará a los conductores de Uber. Y los drones navales a la marina mercante. Las impresoras 3D podrían acabar con millones de puestos de manufactura en China. Transportistas, músicos, periodistas, fotógrafos… sectores enteros de nuestra economía están desapareciendo, dando paso a un modelo basado en la información.

La mayoría de la información, sin embargo, la procesan y monopolizan lo que Lanier llama “servidores sirena”: las supercomputadoras de compañías como Amazon o Facebook. Compañías a las que, paradójicamente, suministramos la información que usan como activo de forma voluntaria. La algoritmos de Facebook son capaces de convertir nuestra preferencias gastonómicas, gustos musicales u orientación política en un producto económico. Al convertirnos en consumidores digitales pasivos y volcar voluntariamente nuestros datos privados en la Red, estamos tolerando “un ataque a nuestra capacidad de decidir por nuestra cuenta”. La facilidad con que Amazon averigua las preferencias literarias de sus clientes es tan admirable como siniestra.

Lanier no es el único crítico de esta revolución tecnológica. Tanto Steven Hawking como Elon Musk, que difícilmente pueden considerarse luditas, han advertido del “peligro existencial” que entraña el desarrollo de la inteligencia artificial. El problema, como Lanier señala acertadamente, no es la innovación en sí, sino que “el marco general dentro del cual hacemos estas cosas maravillosas no es sostenible”. Se ha instaurado, dentro de la comunidad informática, una “obsesión con una evolución determinista de la tecnología de la información”. Pero no perdamos la perspectiva. Esta sensación de inevitabilidad es muy similar a la que se adueñó de las burguesía industrial europea durante el siglo XIX. Quienes busquen una hoja de ruta para encauzar la innovación tecnológica a través de herramientas sociales y políticas haría bien en leer a Karl Polanyi antes de volcarse en Lanier.

Además, no todos los críticos están de acuerdo. Evgeny Morozov encuentra el libro de Lanier “excéntrico pero poco convincente”. Y es que las soluciones del autor no terminan de convencer. Lanier propone la creación de un sistema de micropagos que garantice la “dignidad digital” de los internautas, pagándolos cuando entregan información a los servidores de Facebook, OkCupid o Amazon. Pero más que dignidad, lo que se generaría es un incentivo poderoso para vender nuestra intimidad al mejor postor. Y, ¿debería realmente pagarnos Facebook por ser capaz de calcular qué restaurantes cercanos nos pueden agradar? El valor en la economía de la información es un concepto resbaladizo; en muchos casos ni siquiera está claro quién proporciona un servicio y quién lo recibe.

El problema de fondo es que, so pretensa de diseñar un sistema “humanista” para encajar estas nuevas tecnologías, ¿Quién controla el futuro? nos propone una hipercomercialización de nuestra vida privada. El diagnóstico de los retos que plantea la tecnología es lúcido y urgente. Pero la utopía tecnológica que se vislumbra tras las advertencias de Lanier tiene matices inquietantes.