Alfombra Roja: Zakaria Abdelkafi

Aida Albertos Goyos
 |  5 de mayo de 2017

“Por supuesto, echo de menos Siria. Es mi país. Pero el país que yo conocía ya no existe. Y por eso estoy empezando una nueva vida aquí. Francia me ayudó. Y yo quiero dar algo a cambio.”

La guerra no deja indiferente a nadie; causa mutaciones irreversibles en personas y lugares sin discriminar a sus víctimas. Zakaria Abdelfaki lo sabe bien, porque lo ha visto y vivido, y lo ha contado de la mejor manera que ha sabido: a través de sus fotografías. Cuando tenía 25 años estalló la guerra en Siria, y comenzó la devastación de su ciudad, Alepo. Desde su barrio, controlado por el régimen, participó en la formación del Consejo de Revolucionarios de Saladino, uno de los primeros movimientos rebeldes en el conflicto.

El versátil activismo al que te empuja una situación de emergencia le llevó de la rebeldía armada, a la ayuda humanitaria y a la emisión de un programa de humor, Prohibido en Siria, para devolver la sonrisa a la población civil. Abdelfaki retrataba en sus fotografías el terror que presenciaba cada día y que el régimen no dejaba salir al exterior. Así que empezó a publicar sus fotos en Internet y se hicieron famosas. En 2013 se convirtió en fotoperiodista para France-Presse (AFP).

Durante dos años mostró al mundo imágenes sobre la vida y la muerte en las calles de Alepo, consciente de los riesgos a los que se exponía: “todos mis amigos y yo sabíamos que acabaríamos muertos o heridos”. Y así fue. En septiembre de 2015, arrodillado en un portal para capturar mejor un choque armado entre fuerzas del gobierno sirio y rebeldes, una bala disparada por un francotirador le hirió a la altura del ojo derecho. Fue trasladado a Turquía para una operación, pero no pudieron salvar la visión de ese ojo. Dos meses después llegó a Francia como refugiado, donde se sometió a otra operación para que le pusieran un ojo artificial.

El incidente fue un punto de inflexión en su vida, pero no le hundió; después de todo, “un fotógrafo solo necesita un ojo”, y la suerte quiso, además, que salvase aquél que siempre lleva pegado a la cámara. Abdelfaki arrancó su andadura en la capital francesa haciendo lo que más le gusta, fotografías que hablan por sí mismas.

Fue cubriendo manifestaciones y eventos hasta llegar a las marchas del 1 de mayo pasado. En el punto álgido de los enfrentamientos, un cóctel molotov voló hasta una hilera de policías, y golpeó directamente a uno de ellos, envuelto en llamas en cuestión de segundos. Abdelfaki estaba allí y capturó el momento exacto del impacto. Su foto ha dado la vuelta al mundo, en portada de los grandes medios globales. El refugiado sirio que perdió un ojo se coronó como fotorreportero.

Ahora, con 31 años, Abdelfaki espera que su petición de reagrupación familiar sea aprobada y sus padres, mujer e hijos puedan viajar desde Turquía hasta Francia. No olvida de dónde viene y sigue comprometido a luchar por la paz en Siria. Su vida nueva, sin embargo, está en París, ciudad que, dice, le recuerda a su Alepo natal.

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