Holanda: Alivio evidente, euforia excesiva

Marcos Suárez Sipmann
 |  17 de marzo de 2017

El Partido Liberal (VVD) del primer ministro, Mark Rutte, ha ganado las elecciones. Los holandeses frenaron el ultranacionalismo eurófobo de Geert Wilders. Y lo hicieron con la mayor participación de los últimos 31 años. Subió ocho puntos con respecto a 2012 hasta el 82%. El mensaje de Holanda –al igual que el de Austria hace unos meses– es claro. Los populistas pueden ser derrotados.

Con la crisis financiera en vías de superación y el índice de desempleo en niveles bajos, la economía no fue el factor determinante. Con un discurso antieuropeísta, Wilders logró imponer los temas de la campaña: inmigración, islam, xenofobia. Prohibición del Corán, cierre de todas las mezquitas, veto a la entrada de musulmanes, restauración de los controles fronterizos, salida de Holanda de la Unión Europea. Sólo un 13% votó a favor del candidato ultraderechista. Su derrota es un alivio a la vez que motivo de satisfacción.

El liberalismo de Rutte se ha movido a la derecha con el objeto de socavar a Wilders… cediendo así terreno al populismo. Pero su estrategia ha funcionado. Es de esperar que a partir de ahora, este ya no influirá en la agenda política. Rutte recibió, además, un regalo inesperado. El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, con sus irracionales y odiosas comparaciones nazis y sus acusaciones de genocidio, llevó a los holandeses a apoyar a su gobierno. Rutte reaccionó como un estadista y se ganó el apoyo de sus ciudadanos. Casi se puede decir que brilló gracias a Erdogan.

En los Países Bajos la alegría no es desmedida. Más que el acierto de Rutte ha motivado este resultado el que Wilders cancelara su participación en varios debates y su negativa a hablar con la prensa. Tras un veredicto judicial en su contra, empezó a descalificar a los jueces. El “manual de Trump” se volvió en su contra. Los Países Bajos y Estados Unidos son radicalmente distintos. Holanda es un estado pragmático muy consciente de que mirar al exterior, interactuar, es fundamental. La exportación de bienes y servicios contribuye a más del 30% de su PIB.

El VVD de Rutte encabezará el próximo gobierno perdiendo ocho escaños; una quinta parte de sus votantes. Para el Partido por la Libertad (PVV), que queda en segunda posición, la jornada no puede calificarse de catastrófica. Aumenta en cinco su representación parlamentaria (tenía 15) aunque según el propio Wilders quedó muy por debajo de sus expectativas. Su ascenso queda empañado por el de otros partidos que sí son candidatos a formar un gobierno de coalición.

Sin embargo, Wilders avisa: “Esta revolución patriótica terminará por realizarse”. ¿Puede seguir diseminando su mensaje de odio en la quinta economía de la zona euro, en el undécimo países con más alto nivel de vida? Las encuestas muestran el pesimismo de los holandeses que sufren una especie de “síndrome del paraíso perdido”. Según el ensayista Joost Niemöller, la causa de lo que llama “gran mal holandés” es la inmigración masiva que cambió la composición de la población. De ahí el miedo al futuro y pérdida de identidad.

 

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Gobierno de centroderecha

Holanda es una monarquía parlamentaria de representación proporcional y sistema de circunscripción única. La Cámara baja tiene 150 escaños, lo que significa que para formar gobierno Rutte tendrá que buscar una coalición con cuatro o cinco partidos. Nunca antes fueron necesarios tantos y la tarea es difícil.

El liderazgo de los liberales y el hundimiento de los socialdemócratas dará lugar a una coalición más liberal y conservadora sin el acento progresista que le daba la socialdemocracia. Permitirá una coalición de centroderecha que sumara a los liberales de Rutte, los democristianos (CDA) y los liberales progresistas (D66). Entre ellos sumarían 70 escaños, a seis de la mayoría absoluta. Podrían completar esa cifra con pequeños partidos religiosos calvinistas o –formando así una alternativa más a la izquierda– los socialdemócratas o los ecologistas.

Han sido precisamente los Verdes quienes han logrado un mayor ascenso, si bien menor del esperado. Los tres partidos progresistas –socialdemócratas, socialistas y ecologistas– solo suman 38 diputados, apenas el 25% del total.

No existen límites en cuanto al plazo de tiempo para las negociaciones. En 2012 se alargaron más de cuatro meses. En fechas venideras se definirá el programa, los ministros y quién será el premier, con toda probabilidad Rutte, quien mientras tanto seguirá al mando del ejecutivo en funciones.

Pese a las críticas a la burocracia y el déficit democrático de la UE, un 80% de los holandeses quieren quedarse en la Unión. La ansiedad ante posibles interferencias extranjeras era grande: las agencias de inteligencia venían advirtiendo de que Rusia estaba intentando ayudar a los partidos de extrema derecha a través del hackeo y de campañas de desinformación.

Muchos holandeses han reaccionado con asombro a la atención mundial que han concitado los comicios en su pequeño país. Como si la supervivencia de la civilización europea dependiese de unos pocos puntos porcentuales más o menos para Wilders. Consideran que no existía un verdadero peligro puesto que nadie estaba dispuesto a gobernar con él y las mayorías absolutas son inexistentes en Holanda.

No obstante, los nervios están a flor de piel. Es indudable que los comicios suponen un respiro para la UE y un estímulo ante las próximas citas electorales. Pero la euforia en algunos medios y dirigentes políticos está fuera de lugar. La “revolución populista” resiste y no ha sido ni mucho menos rechazada. La socialdemocracia, uno de los pilares de la construcción europea, ha sufrido un nuevo varapalo. Desde el fin de la Segunda mundial en Holanda nunca un partido había perdido tal número de votantes: ¡de un 25% a poco menos de un 6%!

El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, ha dicho que el resultado era “un voto a favor de Europa y en contra de los extremistas”. Nótese que dos de los cargos más influyentes del bloque –el vicepresidente de la Comisión, Frans Timmermans, y el presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem– son holandeses. Curiosamente ambos son miembros del Partido Socialdemócrata, el gran derrotado ayer.

La UE tiene que saber utilizar con tiento la voluntad expresada en los Países Bajos de seguir formando parte del grupo que impulsa la integración. La semana próxima, en el 60 aniversario del Tratado de Roma, ha de darse una respuesta a la indiferencia y la apatía. El bloque debe continuar su lucha contra los radicalismos.

El 15 de marzo fue un buen día para Europa. Es esencial aprovechar ese empuje.

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