¿Hacia un Hamás más pragmático?

Itxaso Domínguez de Olazábal
 |  16 de marzo de 2017

Uno de los representantes de Hamás más respetado en el ámbito internacional y antiguo asesor de Ismail Haniyeh, el doctor Ahmad Youssif, reveló el 5 de marzo algo que algunos rumores entre facciones palestinas llevaban meses augurando y temiendo: el movimiento planea dotarse de un nuevo programa político. Youssif se limitó a anunciar los puntos más importantes en los que se asentará el texto, cuyo contenido íntegro no parece haber sido enteramente consensuado. El documento será ratificado a finales de marzo, coincidiendo con elecciones internas en la organización y, en particular, con la votación de un nuevo líder y jefe del politburó de Hamás que sustituya a Khaled Meshal.

Los cambios hasta ahora desvelados representarían una enmienda tácita a la totalidad de la Carta Fundacional de Hamás. El punto más destacado es, sin duda, aquel según el cual Hamás aceptaría el establecimiento de un Estado palestino a lo largo de las fronteras del 4 de junio de 1967 (tanto en Cisjordania como en la franja de Gaza), con Jerusalén como capital. Un punto de inflexión que llega por primera vez desde su fundación en 1988 y con décadas a sus espaldas insistiendo en la creación de un Estado palestino que abarque todo el territorio de la Palestina histórica, desde el río Jordán hasta el mar Mediterráneo. El movimiento se conformaría ahora, diríase, con una Palestina totalmente liberada dentro de las fronteras de 1967, e implícitamente respaldaría por tanto la solución de los dos Estados.

Otra demanda tradicional en la que Hamás se negaría a ceder es el derecho de retorno, el derecho de todos los refugiados palestinos a regresar a su hogar. Todo apunta a que Hamás seguirá negándose a reconocer la existencia de Israel en el texto, un matiz que se presenta como una estrategia política de valor enormemente simbólico, dado que cualquier establecimiento de un Estado palestino dentro de los límites indicados quedaría condicionado al reconocimiento de su Estado vecino. Se erigiría este como el paso más pragmático que Hamás ha dado hasta el momento: sus líderes son perfectamente conscientes de que no habrá un Estado palestino al oeste de la Línea Verde, algo que sus declaraciones dejan entrever pero que nunca se atreverían a admitir. No conviene olvidar por un momento que Hamás es la principal insignia de una determinada comunidad política, fundada sobre la idea de resistencia contra Israel y sus actos como potencia ocupante, algo que salvando las distancias también ocurre en el caso de Hezbolá en Líbano.

La resistencia es, por lo tanto y como el propio nombre del movimiento indica, la principal característica identitaria que diferencia a Hamás y Al Fatah, acusados los últimos de haberse plegado a las intenciones y designios israelíes a partir del momento en el que sus dirigentes reconocieron –y comenzaron a colaborar sin contrapartidas con– el Estado de Israel. Cualquier reconocimiento formal representará una concesión enormemente simbólica y de calado, un importante arma negociadora en vista de una negociación con Israel que, de forma u otra, llegará tarde o temprano.

De acuerdo con las informaciones disponibles por el momento, parece también que el documento desvincularía a Hamás en el ámbito material y organizativo, no en el espiritual, de otros movimientos islamistas, en particular de los Hermanos Musulmanes –la Carta de 1988 declaraba que Hamás era parte del movimiento islamista transnacional–. Todo indica a que esta cláusula también podría aplicarse a Hezbolá e Irán, dos de los principales valedores de Hamás desde su creación, a pesar de las fricciones derivadas del conflicto sirio. Representa este de nuevo un movimiento de perfil utilitarista, destinado a moderar su imagen y ganar poco a poco el pulso de la legitimidad internacional frente a una serie de países que lo sitúan en lo más alto de su lista negra de organizaciones terroristas. Una reunión de alto nivel celebrada en enero entre el jefe de inteligencia egipcio, Khaled Fawzy, y el vicepresidente del ala política de Hamás y seguramente próximo líder del grupo, Haniyeh, desató los rumores de reconciliación entre Hamás y Egipto, lo que vendría a reforzar la sospecha de enfriamiento estratégico entre los Al-Ikhwan egipcios y los palestinos. Por si esto fuera poco, Youssif especificó que el programa haría mención a un esfuerzo por mejorar las relaciones entre el grupo y otros Estados árabes, gran parte de los cuales están gobernados por autoridades alienados y amenazados por el islamismo político.

 

 

A lo largo de los últimos meses e incluso años, representantes de Hamás han declarado en numerosas ocasiones que el grupo habría renunciado a la violencia en pos del “levantamiento popular” como preferencia táctica, aunque siempre enfatizando que “la lucha armada seguiría siendo un derecho”. El nuevo programa de Hamás incluiría una serie de “ajustes positivos” en lo que a su actitud sobre la “resistencia popular” se refiere: ampliaría todo lo que abarca la noción de “resistencia” dentro siempre del marco de lo político. Este avance se perfila como una réplica de la decisión adoptada por Al Fatah en la última conferencia que este movimiento celebró en Ramala hace dos meses. Youssif, en nombre de Hamás, también adelantó que el nuevo texto exigiría poner fin a cualquier vínculo entre grupos islamistas extremistas como Dáesh, organizaciones que han dañado la imagen del islam.

Un punto clave del anuncio del 5 de marzo es que el programa proclama que la OLP sigue siendo el instrumento privilegiado para que los palestinos construyan un proyecto nacional, y que por tanto es necesario conservarlo y defenderlo como marco inclusivo que preserve los derechos de todos los palestinos. Durante la mayor parte de su existencia, gran parte de las críticas de Hamás han estado precisamente dirigidas a erosionar la legitimidad de la OLP, llegando incluso a proponer la creación de una institución alternativa. Sin embargo, y tal y como confirmaron las diversas rondas de conversaciones de reconciliación inter-palestinas, Hamas confía ahora en que la solución más viable pase por reconstruir y reactivar la organización, y en este sentido aspira a unirse a las instituciones oficiales de la OLP. Se trata este también de un paso cuidadosamente diseñado, que podría contribuir a mermar la idea ampliamente compartida de que Israel no cuenta con ningún socio para avanzar hacia la paz porque los líderes palestinos se encuentran demasiado divididos como para siquiera alcanzar o implementar un acuerdo.

No son pocos los que sin embargo temen que la enmienda a la Carta fundacional no sea más que una decisión meramente cosmética, tras la elección de un reputado extremista dentro del ala armada como líder en la franja de Gaza. Yahya Sinwar rechaza cualquier reconciliación con Israel y fue liberado tras 22 años en una cárcel israelí en 2011 como parte de un intercambio de prisioneros a cambio del soldado israelí Gilad Shalit.

Todos estos desarrollos evocan el giro al incrementalismo del que la propia OLP fue protagonista con el denominado “programa de diez puntos” en 1974. Por aquel entonces, Yasser Arafat recurrió a la palabra francesa caduque durante una reunión de Naciones Unidas celebrada en Ginebra en 1973 para  justificar la derogación de su pacto fundacional. Un pragmatismo que permitió a Arafat y los suyos ganarse el favor y confianza de numerosos líderes a lo largo y ancho del planeta, que podrían a partir de ese momento tratar con un grupo moderado encabezando una causa digna y no con un puñado de terroristas dispuestos a derramar sangre ajena y propia por ver sus ideales cumplidos.

En este sentido, el nuevo programa de Hamás diferenciaría entre el judaísmo como religión por un lado y el proyecto sionista por el otro, entre “ocupante” y “judío” a la hora de referirse al “enemigo” común. En un periodo en el que los palestinos están llamados a tomar decisiones existenciales, su “bestia negra” opta por una identidad renovada y una nueva agenda que, implementada punto por punto, podría contribuir a crear un frente unido frente a la ocupación y sus aliados. Todo ello mientras las escaramuzas continúan siendo la tónica a lo largo de la frontera entre Israel y la franja de Gaza y no hay semana en que los titulares de medios israelíes no amenacen con una nueva conflagración.

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