Autor: Carmen de la Guardia
Editorial: Sílex
Fecha: 2015
Páginas: 328
Lugar: Madrid

Un exilio compartido y hoy recuperado

Julia García
 | 

A finales del siglo XIX era difícil encontrar mujeres –sobre todo universitarias– ejerciendo su profesión. Con la llegada del nuevo siglo se formó el grupo de “las modernas”, vinculado a vanguardias literarias, artísticas y políticas. Sobre determinados aspectos de su vida y sus obras se ha corrido hasta ahora un tupido velo. Victoria Kent y Louise Crane, protagonistas del libro de la profesora de Historia Contemporánea Carmen de la Guardia, fueron creación y creadoras de esa generación de mujeres asombrosas.

La autora analiza, en las algo más de 300 páginas de Victoria Kent y Louise Crane en Nueva York, la vida de dos de las mujeres más interesantes en los años veinte y treinta del siglo XX, en el momento que comienza su edad adulta. Kent y Crane fueron rompedoras en muchas facetas de su vida además de lo público, como en el terreno afectivo, del que se sabe mucho menos. El relato de sus dos vidas sirve a la autora para adentrarse en el entramado del grupo y los logros conseguidos gracias al cariño y al apoyo existente entre ellas.

Todo comenzó cuando Kent se exilió a Nueva York –donde nació Crane– al acabar la Guerra Civil española, y tras su paso por Francia y México. En los años cincuenta iniciaron su relación afectiva, mientras el franquismo condenaba al olvido a “las modernas”. Se ha investigado poco la vida privada de estas mujeres, pero es importante porque, como señala Carmen de la Guardia, solo así se entiende la solidez de una red de amigas con intereses políticos y culturales comunes, reconocidas a sí mismas como mujeres libres.

De Victoria se han publicado excelentes biografías. Pero de Louise se sabía mucho menos hasta ahora, cuando ha comenzado a en blogs vinculados al movimiento LGBT, sobre todo en Estados Unidos, donde “las modernas” eran un grupo importante. Es imposible imaginarse el panorama intelectual estadounidense de la época sin nombres como Marianne Moore, Elizabeth Bishop o Sylvia Marlowe, entre otras. Todas ellas cercanas a las protagonistas. Destacan también mujeres latinoamericanas y españolas conocidas por los propios escritos de Kent y Crane, como Victoria y Angélica Ocampo, Gabriela Mistral, o españolas exiliadas como Rosa Chacel o Pilar de Madariaga, por citar solo algunas.

Dividido en ocho capítulos, la autora narra la vida de las dos por separado: los primeros años, los proyectos en común como el boletín de noticias Ibérica, la revista Ibérica por la libertad o la editorial Ibérica, las amigas, la vejez, o los compromisos políticos y el trabajo conjunto.

Para De la Guardia la biografía de Victoria y Louise durante los 37 años que estuvieron juntas es necesaria para hacer visible su labor y fuerza creadora y, sobre todo, para oxigenar la vida cultural española con lo que sucedía más allá del franquismo. Su ingente trabajo como editoras, así como su producción cultural y actividad política ayudan a entender las relaciones diplomáticas y culturales entre España y Estados Unidos.

La mayoría del material utilizado en el libro proviene de los documentos privados de las dos, ordenados por una de sus amigas y depositados en la Universidad de Yale, además de otros archivos personales en España. A la profesora De la Guardia le resulta preocupante no haber podido consultar el Archivo de Enrique Tierno Galván en Barcelona. Sin embargo, agradece su labor investigadora a los distintos archivos de EEUU y España.

Kent nunca perdió su interés por España, pese a que le entristecía la falta de entusiasmo de la España democrática a su labor en el exilio. Volvió al país en los años setenta y ochenta, pero su experiencia le produjo la misma sensación de abandono hacia su trabajo. A este desencanto contribuyó una serie de fallecimientos del grupo de amigas, como el de Moore, Marlowe o la madre de Crane, que tuvo un papel fundamental en sus vidas. Las amigas iban desapareciendo.

Kent comenzó con problemas de salud desde que cumplió 80 años, sufrió mucho debido al alzhéimer que padecía Crane y porque sus propios males no le permitieron volver a España. Conservo, eso sí, una mente clara hasta el último día. Victoria falleció un 25 de septiembre de 1987. Tenía 95 años, aunque en todos los obituarios se decía 90. Crane sobrevivió 10 años a su compañera. Victoria y Louise estuvieron siempre juntas.

En el testamento mostró su agradecimiento a “Luisa”, a quien consideró la persona más importante de su vida. The New York Times publicó un obituario sobre ella y también algunos periódicos españoles. Ningún gobierno democrático español ha ofrecido homenaje alguno, recordaba su gran amigo Raúl Morodo, al esfuerzo desde su oficina de Ibérica en Nueva York, la ayuda a los exiliados o la colaboración con jóvenes antifranquistas. Todo parece haberse esfumado de la memoria colectiva de los españoles, se lamenta De la Guardia.

La vida y obra de estas dos mujeres fue muy fructífera, pero España no ha sabido rescatar ni incorporar las aportaciones de muchos exiliados y de los grupos extranjeros que los apoyaron. En España se comenzó a publicar sobre ellas en la transición. En EEUU se publicó su obra en pleno apogeo del feminismo, en los años sesenta y setenta.

Termina el libro con una bibliografía, índices y una colección de fotos entrañables, incluidas las de los múltiples viajes que realizaron juntas. En EEUU existen aún varias de las fundaciones y asociaciones creadas por estas prolíficas mujeres que dedicaron su vida a pensar, vivir y ayudar a los demás mostrando con sus escritos y su forma de vida lo que es posible hacer cuando las personas, hombres o mujeres, son libres y viven esa libertad.