Espacio de tránsito y de asentamiento de numerosas corrientes migratorias, punto de encuentro de las grandes civilizaciones que hicieron la Europa medieval, allí donde se mezclan y enfrentan tres religiones con su filosofía y sus modos de vida diferenciados, zona de demarcación, cuando no de disputa, entre grandes imperios, mosaico lingüístico enrevesado… La península balcánica constituye una región europea tan compleja políticamente como apasionante desde un punto de vista antropológico.
Sus características especiales no son únicas, pues en otros lugares como el Cáucaso podemos encontrar similar combinación de factores, no siendo casual que presenciamos tragedias parecidas. Su situación geoestratégica le impide ser un factor marginal en Europa. Al extenderse desde las estribaciones alpinas al Bósforo y desde el Mediterráneo central a las fronteras de Ucrania, en un territorio sólo ligeramente mayor a la península Ibérica, incluye países miembros de la Comunidad Europea (Grecia); es frontera con otros Estados miembros de la CE (Italia) o que están a punto de serlo (Austria); suscita sensibilidades históricas y sentimientos de fraternidad en Alemania, en Rusia y en Turquía; levanta pasiones en casi toda Europa y en el mundo islámico e indiferencia en ninguna parte. Ni siquiera la guerra fría logró homologar los Balcanes con el resto de Europa: los únicos miembros de la OTAN en estado de guerra entre sí han sido países balcánicos (Grecia y Turquía); la única insubordinación con éxito a Stalin en los países comunistas ocurrió en los Balcanes (Tito); el único país europeo expresamente no-alineado fue Yugoslavia, mientras que también la región produjo el único caso de maoísmo no-asiático y de hiperaislamiento en décadas (Albania).
La complejidad política de la región, imbuida de todos esos factores, tiene sin embargo una explicación sencilla. Ningún grupo étnico o nación reúne las condiciones, y sobre todo las dimensiones, para ser claramente el…
