Con unas condiciones precarias, la educación es el único medio para los palestinos de salir de la miseria, de los campos de refugiados y, sobre todo, de ayudar a su país.
Alumnos, profesores y responsables de la educación en la franja de Gaza coinciden en que el bien más preciado, lo que ni la ocupación ni las disputas intrapalestinas podrá quitarles nunca es su afán por aprender y enseñar, por cultivarse en la escuela y de forma autodidacta. Cada año un millar de estudiantes gazíes se presenta a becas para estudiar en el extranjero, su objetivo es “salir de la cárcel” a la que Israel les condenó en junio de 2006, observar, experimentar y con los conocimientos obtenidos regresar para ser útil a la comunidad, para compartir lo que han tenido la suerte de percibir en primera persona.

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