El primer ministro de Polonia, Donald Tusk, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, el primer ministro británico, Keir Starmer, y el canciller alemán, Friedrich Merz, durante la reunión sobre seguridad en Ucrania en la sexta cumbre de la CPE, celebrada el 16 de mayo de 2025 en Tirana, Albania. GETTY.

Peligra la agenda de política exterior de Tusk

La estrecha victoria electoral de Karol Nawrocki ha complicado mucho la tarea del primer ministro polaco, Donald Tusk. Aun así, todavía hay posibilidades de que Polonia siga desempeñando un papel de liderazgo en Europa.
Piotr Buras
 |  16 de julio de 2025

La política exterior comienza en casa. Tras las recientes elecciones presidenciales en Polonia, la cuestión de cómo la nueva situación política interna podría afectar al papel internacional del país se ha vuelto especialmente urgente.

Sin duda, la victoria del populista de extrema derecha Karol Nawrocki, apoyado por el partido opositor Ley y Justicia (PiS), prolongará la difícil cohabitación entre un presidente de derecha (el actual Andrzej Duda dejará el cargo en agosto) y el gobierno liberal liderado por el primer ministro Donald Tusk y Plataforma Cívica, de centro-derecha.

Sin embargo, la próxima presidencia de Nawrocki no es solo un presagio de una lucha política que podría socavar la agenda del gobierno. Más importante aún, su victoria anuncia un nuevo capítulo en la política exterior polaca, marcado por la profundización de las divisiones políticas internas y el debilitamiento del consenso social.

 

¿Seguirá en el centro?

La victoria electoral de Tusk en otoño de 2023 fue aclamada como el regreso de Polonia al centro del escenario de la política exterior europea. Las ambiciones de liderazgo de Tusk se apoyaban en bases sólidas. En primer lugar, su reputación personal como estadista experimentado que logró cambiar el rumbo de la política europea al derrocar, tras ocho años, a los populistas del poder. En segundo lugar, el papel clave de Polonia en el frente más importante de la política exterior europea, Ucrania. Y en tercer lugar, un amplio consenso nacional –a pesar de la polarización y las divisiones en muchas otras cuestiones– sobre las prioridades de la estrategia de política exterior de Polonia: la relación con Estados Unidos, el elevado gasto militar y el apoyo a Ucrania.

Incluso la agenda política de la UE, incluida la postura cada vez más dura de Polonia en ámbitos políticos clave como la migración, la política climática y el mercado único europeo, contó, de forma algo sorprendente, con el apoyo de ambos partidos, a pesar de las acusaciones mutuas por parte del gobierno y la oposición de “antieuropeísmo” y de ser “marionetas de Bruselas”, respectivamente.

En el último año y medio, el gobierno de Tusk ha aprovechado este capital político para reactivar el Triángulo de Weimar con Alemania y Francia, posicionarse como promotor de una cooperación europea más profunda en materia de defensa, fomentar una coordinación regional más estrecha con los países bálticos y nórdicos, y unirse al E3 (Alemania, Francia y Reino Unido) en importantes debates estratégicos sobre Ucrania y Estados Unidos.

La victoria de Nawrocki no obstaculizará necesariamente esta agenda, ya que el papel del presidente en el sistema político polaco es limitado. Mucho más importante para el futuro de la política exterior y de la UE de Polonia será qué conclusiones extraiga Tusk de la derrota electoral de su candidato, el alcalde de Varsovia Rafał Trzaskowski, y qué estrategia política desarrollará de cara a las elecciones parlamentarias de 2027.

 

Menor margen de maniobra

Sin embargo, el margen de maniobra para implementar una política exterior ambiciosa se ha reducido. Los cimientos internos del relativo poder de Tusk se están desmoronando. El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca he dado una señal para la instrumentalización partidista de las relaciones con Estados Unidos en función de divisiones ideológicas.

Por supuesto, tanto el gobierno como el PiS creen en la importancia estratégica fundamental de la asociación transatlántica para la seguridad de Polonia y los intereses de Europa. Pero difieren significativamente en cómo debe perseguirse este objetivo. Tusk no ve alternativa a una cooperación europea más estrecha. Para el PiS, Trump es un aliado ideológico y político, sobre todo por sus críticas a la UE.

Trump recibió a Nawrocki como candidato presidencial en el Despacho Oval, mientras que Kristi Noem, su secretaria de Seguridad Nacional, apoyó abiertamente a Nawrocki pocos días antes de la segunda vuelta de las elecciones, el 1 de junio, en la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC) celebrada en Polonia. Nawrocki es cercano al movimiento MAGA y, por lo tanto, es un activo importante para el bando pro-Trump en Europa. Equiparar el trumpismo con el transatlanticismo sitúa cínicamente al gobierno liberal polaco en el supuesto bando antiamericano. Así es como Estados Unidos se está convirtiendo, por primera vez, en un tema divisorio en la política polaca. La sociedad polaca también está dividida.

La mayoría de los votantes de derecha cree que los EEUU de Trump sigue siendo un aliado fiable, mientras que los liberales no están de acuerdo. En general, esta politización supone un grave problema para Tusk: a pesar del cambio en la opinión pública, las acusaciones de que no se preocupa lo suficiente por la asociación estratégica con Estados Unidos podrían resultar perjudiciales en una Polonia tradicionalmente proestadounidense.

 

Nueva línea divisoria: la política de defensa

Así es como los esfuerzos por reforzar la defensa europea se han convertido en el centro de una acalorada controversia política. En el pasado, los gobiernos polacos se mostraban, como mínimo, reticentes al desarrollo de las capacidades de defensa de la UE. El argumento de que ello socavaría la OTAN y la asociación con Estados Unidos era compartido por todos los partidos políticos.

Ya no es así. El gobierno de Tusk ha impulsado una mayor cooperación militar con los socios europeos, ha firmado un tratado de seguridad con Francia y ha acogido con satisfacción la adopción del reglamento de la UE Acción de Seguridad para Europa (SAFE) como uno de los principales logros de la presidencia polaca de la UE en el primer semestre de 2025. Nawrocki y el PiS atacaron este cambio, alegando que conduciría a ceder la soberanía de Polonia, expulsar a Estados Unidos de Europa y contribuir a la creación de un “superestado” europeo.

La construcción de una unión de defensa europea es un proyecto fundamental para el futuro y la seguridad de la UE, sobre todo como parte de un nuevo acuerdo con Estados Unidos. Pero, ¿hasta qué punto Tusk podrá y estará dispuesto a impulsarlo ahora, dada la naturaleza cada vez más tóxica de la cuestión en el contexto político interno polaco?

El cambio más trascendental en el debate sobre la política exterior polaca está relacionado con Ucrania. En la campaña electoral, Nawrocki declaró su oposición a las ambiciones de Ucrania de adherirse a la OTAN. Y en la primera entrevista tras su victoria (con un medio de comunicación gubernamental húngaro), afirmó que el país tampoco debería adherirse a la UE.

Esto supone una ruptura con el principio fundamental de la razón de Estado polaca (al que el PiS se adhería plenamente), que define la integración euroatlántica de Ucrania como la piedra angular de la seguridad de Polonia. Es una señal del empeoramiento del estado de ánimo de la sociedad con respecto a Ucrania (Polonia acoge a alrededor de un millón de refugiados ucranianos).

 

Un cambio de opinión sobre Ucrania

Es más, el cambio de política de Trump ha legitimado un enfoque más distante hacia Kiev y ha rebajado el listón para la aceptación de posiciones abiertamente antiucranianas. Las disputas comerciales entre Polonia y Ucrania, las quejas sobre los ucranianos que viven en Polonia y los desacuerdos históricos han empezado a influir en la opinión pública más que los informes desde el frente.

Navegar por este nuevo panorama político será un reto enorme para Tusk en un momento en el que habrá que negociar un nuevo acuerdo comercial entre la UE y Ucrania y Europa tendrá que asumir una mayor carga en lo que respecta al apoyo a Kiev.

La victoria de Nawrocki en las elecciones presidenciales es un amargo recordatorio de las poderosas fuerzas políticas y sociales capaces de limitar el papel de liderazgo de Polonia en Europa. Pero seguirá siendo Donald Tusk y su bloque político quienes determinarán la política del país durante los próximos dos años. Al igual que muchos otros gobiernos del “Viejo Continente”, tendrán la oportunidad de demostrar que la política exterior no tiene por qué ser rehén de los mantras populistas. Si no lo consiguen y ceden a la presión de sus rivales, empujarán no solo a Europa, sino también a sí mismos, al abismo político.

Artículo traducido del inglés, de la web de Internationale Politik Quarterly (IPQ).

 

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