La economía rusa no se está colapsando, pero está estancada y sufre una elevada inflación. Y este declive económico podría ser un punto de inflexión, ya que Rusia podría quedarse sin reservas líquidas, lo que llevaría al Kremlin a recortar el gasto público.
Durante meses, la tasa de inflación oficial de Rusia ha rondado el 10 %. En junio, el Banco Central de Rusia se jactó de que la tasa había caído al 9,4 %, pero luego empañó la celebración al informar que las expectativas de inflación para dentro de un año son del 13 % (lo que bien podría ser la tasa de inflación real actual). Sin embargo, el 25 de julio, el banco central se atrevió a recortar su altísima tasa de interés, que ha debilitado el crecimiento y provocado una grave crisis crediticia, del 20 % al 18 %.
Es cierto que la economía rusa pareció sorprendentemente dinámica en 2023 y 2024, con una tasa de crecimiento oficial que alcanzó el 4 % cada año. Pero esto se debió en gran medida a que el Gobierno ruso reactivó empresas militares soviéticas inactivas más allá de los montes Urales. Además, es posible que las cifras de crecimiento real se hayan exagerado, ya que parte de la inflación quedó oculta por las empresas estatales que vendían sus productos al Estado a precios administrados.
En cualquier caso, el crecimiento oficial ha caído este año, probablemente hasta el 1,4 % en el primer semestre de 2025. Desde octubre de 2024, el propio Kremlin ha comenzado a informar de que Rusia está experimentando una estanflación, un mensaje que se reforzó en el Foro Económico Internacional de San Petersburgo, celebrado en junio.
Es poco probable que la situación mejore. Las reservas financieras del país se están agotando, los ingresos energéticos están disminuyendo y cada vez hay más escasez de mano de obra y tecnología importada. Todo ello está relacionado con la guerra y las sanciones occidentales.
Desde 2022, Rusia tiene un déficit presupuestario anual de alrededor del 2 % del PIB, lo que implica que necesita 40 000 millones de dólares cada año para cubrir el déficit. Pero debido a las sanciones financieras occidentales, Rusia prácticamente no ha tenido acceso a la financiación internacional desde 2014. Ni siquiera China se atreve a financiar abiertamente al Estado ruso, por temor a sanciones secundarias. (De hecho, dos pequeños bancos chinos acaban de ser sancionados por la Unión Europea por tales delitos). Por lo tanto, Rusia debe conformarse con los recursos financieros líquidos que posee en su Fondo Nacional de Riqueza. Tras haber caído de 135 000 millones de dólares en enero de 2022 a 35 000 millones en mayo de 2025, estos recursos se agotarán en la segunda mitad de este año.
Tradicionalmente, la mitad de los ingresos federales de Rusia procedían de las exportaciones de energía, que solían representar dos tercios del total de sus exportaciones. Sin embargo, ante las sanciones occidentales, las exportaciones totales de Rusia se han desplomado, cayendo un 27 %, de 592 000 millones de dólares a 433 000 millones, entre 2022 y 2024. El presupuesto federal para 2025 preveía un precio del petróleo de 70 dólares por barril, pero ahora el petróleo se sitúa más cerca del límite máximo occidental de 60 dólares por barril, y la UE acaba de fijar un límite máximo de 47,6 dólares por barril para el petróleo ruso que sigue comprando. Además, Occidente ha sancionado a casi 600 petroleros de la “flota fantasma” rusa, lo que reducirá los ingresos federales rusos en al menos un 1 % del PIB.
En este contexto, el Kremlin ha anunciado que, aunque tiene la intención de destinar el 37 % de su presupuesto federal —195 000 millones de dólares (el 7,2 % del PIB)— a la defensa y la seguridad nacionales este año, debe recortar los gastos federales del 20 % del PIB a alrededor del 17 %. Sin embargo, dado que el Gobierno ya ha recortado al mínimo los gastos no militares, afirma que reducirá sus gastos militares en una cantidad no especificada en 2026.
Reducir los gastos militares en pleno apogeo de una guerra rara vez es una señal auspiciosa. Como señala el comentarista Igor Sushko, “la Confederación lo hizo en 1863-1865 (Guerra Civil Americana), Alemania en 1917-1918 (Primera Guerra Mundial) y Japón en 1944-1945 (Segunda Guerra Mundial)”, y el resultado en todas las ocasiones fue “una derrota militar total”.
Por supuesto, la cuestión no es la fortaleza económica real. Ucrania gasta alrededor de 100 000 millones de dólares al año en defensa, lo que supone el 50 % de su PIB, pero nadie se molesta en cuestionarlo, porque para los ucranianos la guerra es una cuestión existencial. Ucrania no sobreviviría si perdiera la guerra. Por el contrario, Rusia solo gasta el 7 % de su PIB en la guerra, pero se trata de una guerra elegida por Putin. No es una cuestión existencial para Rusia, solo para Putin. Si tuviera un mandato popular, Rusia podría gastar mucho más en la guerra. Pero, al parecer, no cree que su popularidad pudiera soportar dedicar una parte mucho mayor del presupuesto a este esfuerzo.
Mientras tanto, cada vez está más claro que hay algo más que no funciona en Rusia, además de la economía. Rusia ha caído al puesto 154 de 180 países en el prestigioso Índice de Percepción de la Corrupción de Transparencia Internacional, mientras que Ucrania ocupa el puesto 105. Desde el inicio de la guerra, una docena de altos directivos del sector energético ruso han caído por las ventanas. Y más recientemente, el ex viceministro de Defensa Timur Ivanov fue condenado a nada menos que 13 años de prisión por corrupción; el ministro de Transporte, Roman Starovoit, supuestamente se suicidó pocas horas después de que Putin lo destituyera; y un multimillonario dedicado a la minería de oro fue detenido y su empresa fue nacionalizada para ayudar al tesoro público.
Se trataba de altos funcionarios. Ivanov era uno de los principales protegidos del exministro de Defensa Sergei Shoigu, y Starovoit era la mano derecha del amigo íntimo de Putin, Arkady Rotenberg. Estos acontecimientos son claros indicios de la inestabilidad económica de Rusia.
A los problemas financieros se suma una escasez extrema de mano de obra, especialmente de trabajadores cualificados. Oficialmente, el desempleo se sitúa en solo el 2 %, pero eso se debe en parte a que muchos rusos han abandonado el país. Desde el inicio de la guerra, y especialmente después de que Putin intentara una movilización menor en 2022, aproximadamente un millón de personas huyeron del país, entre ellas muchos hombres jóvenes y con un alto nivel de formación. Desde entonces, no se ha atrevido a llevar a cabo otra movilización. Ahora, la escasez de mano de obra está frenando la producción y haciendo subir los salarios, mientras que los controles de exportación occidentales limitan el suministro de productos de alta tecnología a Rusia (aunque los suministros chinos han mitigado el impacto).
La economía rusa se acerca rápidamente a una crisis fiscal que obstaculizará su esfuerzo bélico. Aunque eso puede no ser suficiente para obligar a Putin a buscar la paz, sí sugiere que las paredes se le están cerrando.
Copyright: Project Syndicate, 2025.

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