Manifestantes sirios cargan con un retrato de El Asad en la ciudad del noroeste sirio de Qamishli, de mayoría kurda, el 23 de diciembre de 2018. DELIL SOULEIMAN/AFP/GETTY

Agenda Exterior: Siria

Agenda Pública y Política Exterior
 |  14 de febrero de 2019

¿Qué hacer ante el final de la guerra en Siria, ante la victoria de El Asad?

 

La carrera por hacerse con un pedazo de la Siria de posguerra ya ha empezado, pese a que el régimen de Bachar el Asad solo controla dos terceras partes del territorio. Las grandes potencias extranjeras implicadas –Rusia, Irán, Turquía– buscan afianzar sus posiciones en un país devastado, del que ha huido una cuarta parte de la población. Preguntamos a los expertos qué pueden hacer España y la Unión Europea ante la inminencia de una posguerra donde El Asad seguirá siendo el protagonista.

 

 

Ignacio Álvarez-Ossorio | Profesor de Estudios Árabes e Islámicos y director del Instituto Interuniversitario de Desarrollo Social y Paz en la Universidad de Alicante. @IAlvarezOssorio

Efectivamente, considero que estamos en las últimas fases de la guerra, pero todavía quedan muchas incógnitas por despejar. En primer lugar, el régimen sólo controla dos terceras partes del país, quedando la provincia de Idlib en manos de grupos yihadistas y de facciones rebeldes y toda la ribera oriental del Eufrates en manos de las YPG kurdas. Aunque muy debilitado, Dáesh todavía mantiene algunas posiciones en zonas desérticas. De tal manera que el régimen no controla, ocho años después del estallido de las movilizaciones populares, el conjunto del territorio y probablemente no lo vaya a hacer a corto plazo dado que Irán, que ha movilizado a 50.000 milicianos chiíes en Siria y ha llevado la voz cantante en las ofensivas terrestres, se encuentra en una situación extremadamente delicada como consecuencia del restablecimiento de las sanciones por parte de Estados Unidos y, por tanto, no podrá destinar tantos recursos como en el pasado para defender a su principal aliado regional: El Asad.

Por todo ello, creo que todavía es precipitado hablar del final de la guerra. Por otra parte debe tenerse en cuenta que la tarea pendiente es ingente, dado que buena parte del país ha resultado destruida como consecuencia de los choques armados y los bombardeos indiscriminados. La reconstrucción será sumamente costosa y no parece que Irán, dada su crisis económica, pueda asumir excesivo protagonismo en ese proceso. Es probable que China pudiera reemplazarle en dicha tarea, pero esto obligaría a revisar los acuerdos alcanzados por Rusia e Irán para explotar los principales recursos del país (petróleo, gas, minerales, telefonía…) durante las próximos décadas, algo que parece poco probable dado el importante esfuerzo que han realizado dichos países para sostener a El Asad.

Por último, está por ver si se garantiza un retorno seguro a aquellas personas que se vieron forzadas a abandonar el país en los últimos años: más de seis millones de personas (el 25% de la población). Por ahora se tiene constancia que tan solo han retornado unas decenas de miles de los refugiados de los países de entorno (en especial Turquía y, en menor medida, Líbano), ya que muchos de ellos temen ser detenidos por los servicios secretos o ser reclutados de manera forzosa para combatir contra los últimos focos rebeldes. El reforzamiento del régimen sirio podría llevarle a caer en la tentación de vengarse de quienes simpatizaron con la oposición o militaron en los grupos rebeldes, lo que hace poco atractivo la opción del retorno para una inmensa mayoría de los refugiados.

 

Leila Nachawati Rego | Profesora de Comunicación en la Universidad Carlos III y autora de Cuando la revolución termine. @leila_na

El fin de la guerra no traerá la paz. No se va a dar un proceso de justicia transicional, rendición de cuentas ni lucha contra la impunidad o por la reconciliación ante los crímenes cometidos. Los mismos que incendiaron el país continúan en el poder, intentando normalizar la situación a través de contratos multimillonarios. No prestan atención a los abusos y crímenes contra la humanidad cometidos, ni a las decenas de miles de personas que languidecen en cárceles como la de Sednaya, verdaderos campos de concentración. Parece que no aprendiéramos nada de la historia, porque presenciamos situaciones terribles, inhumanas en las cárceles de El Asad: ejecuciones sumarias y ahorcamientos masivos para que no haya testigos que comprometan el relato oficial de lo que ocurrió entre 2011 y hoy.

En esta situación, el papel de España y la UE debería consistir en apelar a cuestiones de justicia universal, como ya está haciendo Alemania, donde se están abriendo causas contra piezas clave y torturadores del régimen de El Asad. Trabajar en cuestiones de jurisdicción universal, así como denunciar y presionar al régimen sirio respecto a las personas presas en campos de concentración. Sería necesario exigir su la liberación, pues muchas de ellas son activistas de la sociedad civil, no combatientes. En definitiva, el papel de España y la UE debería poner el acento en cómo aportar una visión de derechos humanos a un contexto en el que se ha impuesto la geopolítica y se está volviendo a legitimar un estructura represiva, que destruye cualquier forma de oposición o disidencia y que no se puede legitimar institucionalmente.

 

Jesús A. Núñez Villaverde | Codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH). @SusoNunez

El régimen sirio se apresta a declarar la victoria en Siria, aunque todavía queden rescoldos de rebeldía en algunas partes del país. Aquí hemos llegado tanto por su férrea voluntad de resistir a toda costa como por el apoyo que le han prestado Teherán, Moscú y la milicia libanesa de Hezbolá; pero también por la inexcusable pasividad de algunos y los errores de muchos otros, consintiendo las recurrentes violaciones del derecho internacional humanitario y las normas más básicas de la guerra.

Hoy, cuando ya el tiempo corre inexorablemente a su favor y comienzan a visitar Damasco los primeros dirigentes que pretenden “normalizar” las relaciones con un régimen genocida, ya es tarde para lamentar lo sucedido. Lo que se vislumbra a corto plazo es la readmisión de Siria en la Liga Árabe y, muy pronto, una amnesia colectiva que facilite la reintegración de El Asad como un interlocutor válido y ponga el énfasis en la reconstrucción física del país (en la que muchos van a competir por sacar la mayor tajada posible).

A partir de aquí, lo que debería hacerse, en primer lugar, es un profundo examen de conciencia, inútil si no va a acompañado de un sincero propósito de enmienda. No menos importante sería esforzarse por reconstruir la convivencia en un país hoy aún más fragmentado y poner en marcha mecanismos que aseguren una vida digna a los millones de víctimas de la violencia, a los refugiados y a los desplazados. Además, sería necesario lograr que Siria deje de ser una simple casilla en el tablero de ajedrez en el que actores regionales y globales dirimen sus diferencias.

Pero visto lo ocurrido, ¿podemos creer que ahora eso es precisamente lo que va a ocupar el tiempo y la agenda de los mismos que han consentido y alentado el conflicto?

 

Lurdes Vidal | Directora del área de mundo árabe y mediterráneo del IEMED y jefa de redacción de afkar/ideas. @LurdesVidal

Lo primero que deberíamos preguntarnos es si la victoria de El Asad significará realmente el fin de la guerra. Lo que sí podemos anticipar es que tal victoria no supondrá el fin de la violencia en Siria y su entorno. Los múltiples conflictos superpuestos que se entremezclan en Siria hacen muy difícil prever que la victoria de El Asad pueda significar una paz real, sostenible y duradera. La cuestión más compleja es que el destino de Siria ya no depende de los sirios y ni tan siquiera de El Asad. El futuro del país está ahora en manos de terceras partes –Irán, Rusia, Turquía, Israel, Arabia Saudí, EEUU, Qatar, EAU…–, y en función de sus intereses nacionales perseguirán uno u otro objetivo en Siria, tal como han hecho hasta el momento. Por ello, el futuro de Siria dependerá también de cómo evolucionen las tensiones israelo-iraníes, irano-saudíes, ruso-estadounidenses, etcétera.

Por otra parte, cabe reflexionar sobre el papel que Europa podría o debería asumir. A pesar de que algunos países europeos se han implicado más sobre el terreno que otros, es cierto que Europa es uno de los pocos actores que pueden actuar como verdadero puente de encuentro, no tanto entre facciones políticas o militares opuestas, sino como puente entre ciudadanos y entre Estados. Europa debería evitar convertirse únicamente en el “pagador” de la reconstrucció,n pero podría implicarse para intentar que este proceso no se convierta en una fuente de conflictos todavía mayor. Esta labor podría generar suficiente consenso en el seno de la UE. La cuestión clave será qué hacer al respecto de El Asad. Su rehabilitación y relegitimación política y diplomática podría convertirse en la estocada de muerte a un sistema de derecho internacional en crisis. Y el mensaje que se lanza de que “todo vale” con el fin de mantenerse en el poder es tanto más peligroso en un contexto de creciente securitización de la política global.

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