Partidarios del presidente turco durante un meeting electoral el 29 de mayo en 2018 en Estambul. GETTY

El camino perfecto de Turquía hacia la autocracia

Marc Pierini
 |  31 de mayo de 2018

Las próximas elecciones presidenciales y legislativas turcas, primero programadas para el 3 de noviembre de 2019, han sido adelantadas para el 24 de junio de 2018. La última jugada electoral del presidente Recep Tayyip Erdogan ilustra su determinación de asegurar otra victoria en las urnas. Encarna una estrategia política de supervivencia en la que se ponen en marcha todos los instrumentos necesarios para conquistar y mantener el poder absoluto en Turquía.

Con el controvertido referéndum de abril de 2017 y el sistema súper-presidencial introducido a raíz del mismo como telón de fondo, se han establecido, en las últimas semanas, cuatro condiciones previas para el bombardeo electoral.

En primer lugar, la reforma de la ley electoral turca ha dado más control de los colegios electorales a los funcionarios del gobierno, por encima de los representantes de partido. Además, ya no será necesario el habitual doble sellado de los sobres de voto que llevaban a cabo las juntas electorales locales, lo que eliminará la principal salvaguardia contra el fraude.

En segundo lugar, y en paralelo, el estado de emergencia del país acaba de prorrogarse por séptima vez desde julio de 2016, otorgando, entre otras cosas, autoridad a los gobernadores para controlar las campañas y autorizar (o no) concentraciones políticas, así como cambiar los colegios electorales en el último minuto por «razones de seguridad». La situación está destinada a favorecer a la coalición actualmente en el poder, como lo hizo en el referéndum de 2017.

En tercer lugar, el encarcelamiento de diputados, alcaldes y cuadros del Partido Democrático de los Pueblos (HDP) –o la retirada a sus diputados de su mandato parlamentario– está paralizando al HDP, al eliminar a sus mejores voces de la escena política. Osman Baydemir, uno de los diputados kurdos más prominentes, acaba de ser expulsado del Parlamento y, por tanto, no podrá postularse.

Finalmente, las ventas de los grupos de medios de comunicación a las empresas favorables al gobierno (el Grupo Dogan, por ejemplo, acaba de cambiar de dueño) están extendiendo el control del mismo sobre la prensa.

Apoyándose en estos sólidos fundamentos, la decisión táctica de adelantar las elecciones dieciséis meses conlleva múltiples beneficios.

Llevar a cabo las elecciones presidenciales y legislativas antes que las municipales –programadas para marzo de 2019– evitará la reacción negativa ante la pérdida predecible de municipios como Esmirna, Ankara e incluso Estambul. Del mismo modo, celebrar las elecciones antes de un derrumbe previsible de las reservas del banco central y las inminentes sanciones estadounidenses contra Halkbank como resultado del caso Zarrab –que expuso el infame fraude en torno a las sanciones contra Irán, donde están involucrados aliados cercanos de Erdogan–, ayudará a eludir las consecuencias políticas adversas.

Otra «precaución» implica tildar todas las noticias económicas y financieras desfavorables de conspiraciones, una táctica empleada por Ankara específicamente en torno al caso Zarrab, pero también de forma más rutinaria cuando las agencias de calificación, los bancos internacionales o la tasa de cambio pesan negativamente sobre la economía turca.

Simultáneamente, los líderes turcos están creando una ola nacionalista a raíz de la incursión militar, muy popular, en el norteño distrito sirio de Afrin. Además, ha habido varios incidentes recientes con potencias extranjeras, que incluyen mantener a ciudadanos estadounidenses secuestrados en Turquía y amenazar a Grecia por disputas territoriales en el mar Egeo.

Con respecto a la Unión Europea, vale la pena señalar que las elecciones de Turquía del 24 de junio caen exactamente cuatro días antes de una reunión del Consejo Europeo que tiene como objetivo sacar conclusiones del muy negativo informe sobre Turquía publicado en abril por la Comisión Europea. Una victoria en la primera ronda de Erdogan dejaría obsoleta cualquier crítica de Bruselas sobre la pésima salud del Estado de Derecho de Turquía y quizá incluso aliente a algunos líderes de la UE a elogiar su victoria. En caso de ser necesaria una segunda vuelta, la campaña de Erdogan utilizará las conclusiones del Consejo Europeo como argumento a favor o en contra, dependiendo del tono del Consejo.

Desde el punto de vista de la política exterior, es probable que Ankara haga todo lo posible hasta finales de junio para presentar a Erdogan como el interlocutor indispensable de Occidente, al tiempo que como un aliado cercano de Rusia. En este sentido, las posibles reuniones o llamadas con Emmanuel Macron, Angela Merkel y Vladímir Putin servirán para este propósito.

Con suerte, la narrativa nacional predominante no conducirá a incidentes con el ejército de EEUU en el norte de Siria; en el mar Egeo o frente a la costa de Chipre; o con los ciudadanos turcos residentes en la UE que votarán en los colegios electorales locales, principalmente en Austria, Alemania y los Países Bajos.

 

¿Hay alternativa a Erdogan?

Esta evaluación presenta una imagen muy sombría de la arquitectura política y las perspectivas económicas de Turquía. También presagia una tensa relación futura con Occidente. Pero las cosas podrían volverse aún más sombrías si hubiera fraude durante las elecciones presidenciales. Sin duda, los observadores internacionales tendrán una desafío a la hora de supervisar los resultados.

En última instancia, la decisión de adelantar las elecciones presidenciales plantea una pregunta simple: ¿es posible oponerse a un camino tan cuidadosamente trazado hacia la victoria de Erdogan? Uno de los escenarios alternativos colapsó cuando el expresidente Abdullah Gül anunció el 28 de abril que no se presentaría como candidato a la presidencia.

Sin embargo, la probabilidad de un resultado autocrático ha desencadenado tácticas políticas innovadoras en torno al lema «Cualquier cosa que no sea Erdogan». Y han tomado dos formas diferentes.

Para las elecciones presidenciales, Erdogan, presidente en funciones y el líder del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), cuenta con el apoyo del Partido del Movimiento Nacionalista (MHP) y el Partido de la Gran Unidad (BBP). Los partidos de oposición han optado por presentar candidatos individuales: Muharrem Ince para el Partido Popular Republicano (CHP); Meral Aksener para el Partido Iyi; Selahattin Demirtas para el HDP; Temel Karamollaoglu para el SP (Felicity Party); todos con la esperanza de evitar que el presidente en funciones gane en la primera ronda. La segunda ronda automáticamente llevaría a una carrera entre los candidatos que recibieron el mayor número de votos en la primera ronda.

Para las elecciones legislativas, los votantes podrán elegir entre dos poderosas coaliciones. Una está compuesta por el AKP, el MHP y el BBP. La otra, por el CHP, el Partido Iyi, el HDP, el SP y el Partido Demócrata (DP).

Dada una batalla tan tensa, la democracia de Turquía o bien resurgirá de las cenizas necesitada de un largo período de recuperación, o bien será reemplazada por un sistema de gobierno autocrático. La respuesta está en los ciudadanos turcos, y solo en ellos.

Este artículo fue publicado originalmente, en inglés, en la página web de Carnegie Europe.

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