Una instalación muestra un centro comercial en Novgorod (Rusia) en el Museo Hanseático Europeo en Lübeck (Alemania), inaugurado en mayo de 2015/GETTY

La Liga Hanseática, ejemplo de cooperación paneuropea

Marcos Suárez Sipmann
 |  23 de octubre de 2019

La Liga Hanseática o Hansa fue el motor económico del norte de la Europa medieval. Esta exitosa alianza comercial dominó el mar Báltico (verdadero Mediterráneo septentrional) y el mar del Norte. Comenzó siendo una asociación entre mercaderes germanos en el extranjero y llegó a extenderse desde el este de Inglaterra hasta el corazón de Rusia. Su objetivo: apoyarse mutuamente en aspectos económicos y procurarse una mejor defensa de sus personas e intereses. Desde el siglo XII visitaron los almacenes tradicionales del norte en Visby (en la isla sueca de Gotland). Después viajaron más lejos: Rusia, Noruega, Gran Bretaña, Países Bajos, Francia y, hacia el siglo XV, el Mediterráneo.

Incidió en su formación la decadencia del poder imperial con anterioridad al siglo XIII, y el consiguiente aumento en la libertad de las ciudades para tomar determinaciones políticas y económicas. En cuanto a los orígenes interesa destacar dos fechas. La fundación en 1158 de la ciudad de Lübeck, capital oficiosa de la Liga. En 1256 se institucionalizaron unos primeros estatutos en la reunión de las “ciudades marítimas” Lübeck, Hamburg, Lüneburg, Wismar, Rostock y Stralsund. Lingua franca era el bajo alemán medio o sajón medio (Hanse equivale a sociedad o gremio).

Con el tiempo unas 70 ciudades pertenecieron a la Hansa (puertos de mar y otras situadas a orillas de ríos navegables). En su apogeo, la Liga contó con la lealtad de casi 200 en todo el norte de Europa, aunque el número no era constante al haber ciudades que ingresaban o abandonaban la Liga en función de sus intereses.

Lübeck fue la que más veces ocupó el puesto de ciudad cabecera de la Liga. Entre 1356 y 1669 fue sede de más de 100 reuniones de la Hansetag, la asamblea que reunía a representantes hanseáticos para trazar estrategias y promover sus intereses. Tenía una prestigiosa condición de ciudad imperial. En 1375 el emperador la nombró una de las “cinco glorias” del Sacro Imperio Romano Germánico, distinción compartida con Venecia, Roma, Pisa y Florencia. La “Reina de la Hansa” estaba en el corazón de una red que se extendía a través del mar, al norte; y hacia el interior, en el sur. Gran parte de las mercancías pasaban por su ámbito urbano.

La Liga Hanseática poseía casas de representación en todos los puertos comerciales europeos e, incluso, contaba con barrios propios en cada una de ellas. Eran los ‘kontors’, especialmente en Londres, Brujas, Bergen y Novgorod, donde contaba, además, con importantes privilegios y derechos comerciales.

Su poder llegó a ser tal que le permitió practicar bloqueos comerciales. Los utilizaba para obtener mayores derechos o la ratificación de los ya existentes, aunque a veces no surtieron el efecto esperado si algún miembro de la Liga no lo respetaba. La respuesta era la fulminante expulsión de la ciudad en discordia. Fue el caso de Colonia, expulsada en 1392 al no aceptar los bloqueos establecidos en aquellos años sobre los reinos escandinavos que tuvieron que aceptar la supremacía hanseática. El mar Báltico se convirtió en una zona cerrada y exclusiva para el comercio de la Liga, eliminando cualquier tipo de competencia.

 

Asociación militar

En contadas ocasiones la Hansa pasó a ser una asociación militar. Eran casos extremos ya que el mantenimiento de una flota naval militar era muy costoso y la asociación estaba formada por comerciantes que buscaban ante todo el beneficio económico. Ejemplos son las guerras sostenidas durante el siglo XIV contra los monarcas daneses Valdemar IV y Erik de Pomerania. Un siglo en que la Liga llegó a enfrentarse en una guerra contra Castilla.

Las relaciones entre las diversas ciudades miembro de la Liga se consolidaba mediante matrimonios entre los linajes de mercaderes. Las ciudades cabecera, dada la falta de control por parte del emperador, marcaban y dirigían su propio destino. Un gobierno parecido al de las ciudades-república italianas.

Los mercaderes hanseáticos se dedicaron a todo tipo de negocios, aunque el de la banca no estaba tan desarrollado como el modelo italiano. La Hansa comerciaba con pieles, ámbar, maderas, cera, pescado (sobre todo arenques), hierro, cobre, miel… Monopolizaba el tráfico de sal (fundamental para conservar el pescado), miel y grano. Almacenaba estos productos en sus factorías, que a su vez recibían paños flamencos, vino y otros elementos de lujo como especias procedentes del Mediterráneo. La Liga Hanseática era el equivalente moderno de un mayorista, vendiendo sus productos a comerciantes de la zona que se ocupaban de la distribución.

Gran parte del poder de la Liga venía definido a través de las buenas relaciones que mantuvo con la Orden Teutónica, que ofrecía protección a cambio de contrapartidas comerciales. La crisis de dicha orden militar en la Baja Edad Media afectó bastante a su poder comercial. A ello hay que añadir que en la segunda mitad del siglo XV, el comercio del norte de Europa decayó. La introducción en el campo y en las ciudades de ciertas formas de producción que bien pueden denominarse pre-capitalistas ejerció una influencia negativa en el control monopolista de la Liga.

 

Orígenes del mercado común europeo

Desde luego, la Liga Hanseática no promovió el libre comercio. Más bien trataba de la libertad para comerciar manteniendo abiertas sus rutas comerciales. Y lo hizó con éxito. Durante los siglos de su existencia siempre prevaleció el espíritu de cooperación hanseática. Su estrategia consistió en crear monopolios y negociar privilegios, y creó una red que ayudó a generar la prosperidad del noroeste de Europa.

En cierta forma la Liga puede verse como una precursora del mercado común europeo. A medida que se desarrollaba el comercio, ciudades separadas por cientos de kilómetros necesitaban tener la seguridad de que todos estaban recibiendo un trato justo. Crearon un sistema de normas y regulaciones comunes, que se consiguió con la creación de una lista acordada de pesos y medidas. Otro gran problema era la imitación por lo que había mucha regulación. Un ejemplo: el tipo de tela que se podía comerciar (debía estar estampada, sellada o plegada de la manera correcta). Las telas muy apreciadas de Brujas o Leiden eran marcas registradas, a pesar de que no existía una ley internacional que impidiera la copia de otro producto. La Liga impulsó el control de calidad. Es un hecho que muchos de los temas de las modernas discusiones comerciales (productos falsificados, marcas registradas y reglas de origen) ya se daban en el período hanseático. Entre otras razones la Liga perduró tanto tiempo porque ayudó a garantizar la calidad, organizar la logística y crear confianza.

El declive de la ‘Hansa’ se agudizó con el surgimiento de los estados nacionales que desafiaron su modelo comercial y con las nuevas rutas africanas y el descubrimiento del Nuevo Mundo. El centro de interés se desplazó hacia el Atlántico. Con todo, el comercio hanseático siguió subsistiendo hasta bien entrado el siglo XVII cuando la Guerra de los Treinta Años devastó Europa central.

 

La Nueva Hansa

En 1980 se fundó en Zwolle (Países Bajos) una federación internacional de ciudades del mar Báltico y del mar del Norte. El fin de esta Nueva Hansa, confederación inspirada en la antigua, es la promoción del comercio y del turismo. En 1991 el Consejo de Europa certificó el “Itinerario cultural de La Hansa”. La red la componen 190 ciudades en 16 países, muchas de las cuales son lugares declarados patrimonio de la humanidad por la UNESCO. Como precursora medieval de la Unión Europea, constituye un sobresaliente patrimonio del pasado europeo común fortaleciendo la integración. Además puede ofrecer alternativas a Kaliningrado, enclave ruso entre Polonia y Lituania, más allá de ser un enclave militarizado. Recuérdese que la antigua Könisberg formó parte de la Liga Hanseática desde 1340.

En mayo de 2015 fue inaugurado en Lübeck el Hansemuseum por Angela Merkel. Un hecho que muestra la importancia que se le concede a la historia hanseática. Una de las piezas más destacadas en el museo es una réplica de una Coca de madera, el barco de la ‘Hansa’ con su vela simple de aparejo cuadrado diseñado para las florecientes rutas comerciales a través del Báltico. Lento; no estaba pensado para guerrear. Su función era transportar productos a granel. Uno de los primeros precursores del moderno barco de contenedores.

En su discurso en la ceremonia de apertura, la canciller describió la red de la Hansa como un modelo a seguir para la UE. Todavía hoy tanto Hamburgo como Bremen se designan oficialmente ciudades hanseáticas libres, y son estados por derecho propio en la república federal. Otro ejemplo curioso es el nombre de la aerolínea, Lufthansa.

El legado de ese período hanseático perdura en toda la costa báltica alemana. Y más allá. En medio del proceso de Brexit, esos viejos vínculos se están reviviendo a nivel político dentro de la UE. Un grupo de países del norte (Finlandia, Suecia, Dinamarca, Estonia, Letonia, Lituania, Países Bajos e Irlanda) ha comenzado a llamarse a sí mismo la Nueva Liga Hanseática, aunque conviene no confundir con la mencionada confederación de ciudades fundada en 1980.

No son un bloque de euroescépticos. Quieren jugar un papel fundamental en la atascada reforma de la Eurozona promoviendo los mercados libres y las políticas fiscales conservadoras ante las políticas más proteccionistas que surgen del sur europeo. Defienden una menor integración del gasto común frente a la propuesta franco-alemana (a Berlín le costó transigir con la propuesta gala de responsabilidad –y riesgos– compartidos). Por esta razón preocupa a la Nueva Liga la marcha de su aliado más influyente, Reino Unido cuya marcha dejará un vacío en el espacio favorable al libre mercado.

A medida que Reino Unido se prepara para el Brexit cabe preguntarse si podría proporcionar un modelo para el intercambio comercial que vendrá en años venideros. Londres nunca fue formalmente una de las ciudades hanseáticas, pero sí un eslabón crucial en la cadena. La comunidad de comerciantes alemanes que vivía a orillas del Támesis estaba exenta de aranceles y ciertos impuestos. Es probable que llegaran a tener alrededor del 15% de la cuota de mercado de las importaciones y exportaciones inglesas.

Se da la paradoja de que entre los partidarios del Brexit hay quienes argumentan que con el divorcio hay más motivos para restaurar los enlaces hanseáticos. En el futuro inmediato el gobierno de Reino Unido se planteará como configurar su nueva relación con la Unión Europea. Y lo harán cada vez más sus ciudades y pueblos.

La posibilidad de desarrollar una política comercial independiente de la Unión se destacó como uno de los grandes beneficios del Brexit. El comercio, es cierto, lleva a la prosperidad; también en un contexto de fuertes turbulencias. Sin embargo, tal como enseña la Liga Hanseática, la unión hace la fuerza.

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