En 2010, el Banco Central Europeo (BCE) cometió un grave error de principiante: confundir un repunte de la inflación con el inicio de la recuperación. En su aversión germana a la subida de precios, decidió aumentar los tipos de interés para controlar la recuperación y terminó provocando una segunda crisis, la del euro, más larga y profunda para los países periféricos, agravada por las políticas de austeridad.
En esta crisis, lejos de pecar de prudente, el BCE ha optado por poner en marcha una política ultraexpansiva. Sus decisiones han permitido rebajar los costes de financiación de empresas, hogares y Estados y así mantener en pie la economía, pese al colapso generado por el virus. Sin embargo, las herramientas que utiliza el BCE han tocado techo. Los tipos de interés chocan con el suelo del 0% –los países se financian gratis–, las empresas ya no se endeudan porque están al límite de su capacidad financiera y los hogares ahorran por el confinamiento.
En el seno del BCE han surgido voces que piden ir más lejos. Una de ellas es la del gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, quien ha propuesto, en una entrevista en Central Banking, dar un…

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