La Justicia ha perdido la paciencia con la compañía después de que haya contado con un margen de más de dos años para presentar un plan realista que nunca llegó. Los bonistas llegaron a reclamar al presidente de la compañía, Hui Ka Yan, que aportara 2.000 millones de su bolsillo, dinero que tampoco llegó. Poco después, en octubre de 2023, fue detenido en arresto domiciliario por las autoridades del país y no se ha vuelto a tener noticias suyas.

La liquidación de la compañía no será sencilla. Primero porque sus activos son claramente insuficientes para cumplir con sus obligaciones, lo que diseminará las pérdidas por todo el país. La mayor parte de sus activos se encuentran en la China continental, un territorio con una jurisdicción distinta de la de Hong Kong, lo que implica problemas legales y burocráticos. Sin ir más lejos, algunos expertos apuntan a que los tribunales chinos podrían rechazar la reestructuración ordenada desde Hong Kong.

Evergrande tiene grandes deudas con inversores institucionales extranjeros, pero también con pequeños promotores chinos e incluso con pequeños propietarios. La burbuja inmobiliaria del país comenzó con las compras sobre plano, algo habitual cuando la construcción está sobrecalentada y no puede cubrir toda la demanda. Los ahorradores pagaron sus casas que todavía no existen. Se calcula que la compañía tiene cerca de 1,5 millones de viviendas sin terminar. La crisis de Evergrande tiene ramificaciones en la economía real: muchos hogares perderán definitivamente sus esperanzas de recuperar el dinero invertido y, quién sabe a cuántos le generará un problema financiero.

La vivienda es la gran fuente de riqueza de las familias en China, similar a lo que ocurre en España. De ahí que las crisis inmobiliarias tengan un gran impacto para los hogares por la pérdida de patrimonio que sufren cuando caen los…