Francia llega hoy al voto de confianza convocado por el primer ministro François Bayrou con el pulso político y económico acelerado. Bayrou pretendía forjar un consenso en torno a la urgencia fiscal. Sin embargo, el voto responde más bien a su fragilidad política: carece de apoyos sólidos en la Asamblea y su popularidad es baja (un sondeo de finales de julio lo situaba en torno al 12% de aprobación). La oposición, que meses atrás le permitió sobrevivir a algunas mociones con abstenciones tácticas, ha cerrado filas esta vez para tumbarle.
La secuencia importa. En 2024, Emmanuel Macron disolvió la Asamblea buscando “claridad” y el resultado fue un parlamento aún más dividido. Antes de Bayrou, Michel Barnier ya cayó por una moción de censura, un hecho excepcional en la V República. La estructura tripolar actual –izquierda, bloque presidencial-republicano y extrema derecha– convierte cada presupuesto en una batalla existencial: basta la confluencia…
