La probabilidad de que tanto Israel como Hamás cumplieran lo acordado el 9 de octubre pasado era, desde el inicio, muy baja. Desgraciadamente, ambos actores han confirmado su escasa voluntad de ajustarse a lo pactado, tanto en lo relativo al cese de hostilidades como al intercambio de prisioneros y a la entrada de ayuda humanitaria.
Por parte de Hamás, el incumplimiento más evidente radica en no haber entregado la totalidad de las personas que mantenía en su poder. Aunque sí liberó a la veintena que aún permanecían con vida, no ha hecho lo propio con los 28 cadáveres que, según se estima, retenía –solo ha entregado 15 hasta el cierre de estas páginas–. El acuerdo ya reconocía la dificultad de encontrar y acceder a los cuerpos, estableciendo la necesidad de conceder un plazo no especificado para localizarlos y transferirlos a Israel, pero es posible que estén retrasando la entrega para conservar algo de poder de negociación.
Israel también califica de incumplimiento el que Hamás haya actuado militarmente en las zonas de Gaza de las que las fuerzas israelíes se han replegado. Dichas acciones no se dirigen contra tropas israelíes, sino contra grupos armados palestinos activos en la Franja. Hamás, que no acepta su eliminación del futuro de Gaza, intenta recuperar el control de territorios ocupados por diversas bandas armadas que han aprovechado el vacío de poder generado por su enfrentamiento con el ejército israelí. En muchos casos, esas bandas cuentan con apoyo, directo o indirecto, de Israel.
Por parte de Israel, los incumplimientos son múltiples. En primer lugar, frente a los 600 camiones diarios de ayuda humanitaria que se comprometió a permitir en la Franja, apenas deja pasar alrededor de un centenar, aprovechando su control absoluto de los puntos de entrada. En segundo lugar, ya dejó claro que no liberaría…

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