La escalada de precios registrada en el sector en el último año ha empezado a generar ciertas dudas entre economistas y supervisores internacionales, considerando que todavía no son tecnologías rentables. OpenAI, pionera en el desarrollo de la Inteligencia Artificial con el lanzamiento de ChatGPT, calcula que no empezará a obtener beneficios al menos hasta el año 2029.
En agosto, la empresa valoró la posibilidad de cotizar en bolsa para que sus empleados pudieran vender sus participaciones. En esa prospección de mercado, aún muy inicial, se calculó una valoración para la compañía de medio billón de dólares, a pesar de que no saldrá de pérdidas, en el mejor de los casos, hasta el inicio de la próxima década.
Las valoraciones que está alcanzando el mercado generan preocupación. El FMI y el Banco de Inglaterra advirtieron casi al mismo tiempo que los precios que se están pagando podrían provocar “correcciones bruscas” que arrastraran a otros activos que también cotizan en precios elevados. “Las valoraciones actuales se dirigen hacia los niveles que vimos durante el auge de Internet hace 25 años”, advirtió la directora gerente del Fondo, Kristalina Georgieva, la semana pasada.
En los mismos términos se pronunció el Banco de Inglaterra en su informe de estabilidad financiera: “El riesgo de una fuerte corrección en el mercado ha aumentado”. El problema es que no son las tecnológicas las únicas que han subido, aunque sí lo hayan hecho en mayor cuantía que el resto. De ahí que una caída brusca de las tecnológicas pueda generar un efecto en cascada sobre otras empresas y activos.
No son los únicos que advierten que los multiplicadores que están pagando los inversores por comprar acciones de empresas relacionadas de alguna forma con la cadena de valor de la IA se aproximan a los máximos vistos en la…
