Como resultado de su derrota en la II Guerra Mundial, Japón se vio históricamente limitado en el terreno de la defensa. Solo podía contar con unas fuerzas de autodefensa, dependiendo en última instancia de Washington como garante de seguridad. Aunque formalmente sigue siendo un país pacifista, tal como afirma el artículo 9 de su Constitución –por el que renuncia a la guerra como derecho soberano de la nación y a la amenaza o al uso de la fuerza como medio de solución en disputas internacionales– en estos últimos años se ha producido una visible evolución.
Desde 1954, Japón solo contaba con una Agencia de Defensa dependiente del primer ministro, pero con un estatus administrativo inferior al de un ministerio. La reforma de 2007 elevó la Agencia a rango ministerial. En 1992, Japón estrenaba su participación en una operación internacional de paz, en el marco de la misión de la ONU en Camboya (UNTAC). Más adelante, el envío de tropas japonesas a la misión de reconstrucción en Irak (2004-2006) propició un debate nacional intenso.
Japón tampoco exportó armas a países en conflicto durante más de siete décadas. La ruptura se produjo en 2014 bajo el gobierno de Abe, y desde entonces ha aumentado sus exportaciones de armas y de material militar cofabricado y equipamiento no letal a países en conflicto.
En 2023, el país nipón rompió el techo histórico del 1% del PIB dedicado al capítulo de la defensa. Como resultado, las todavía denominadas Fuerzas de Autodefensa de Japón (concepto imperante desde 1954) se han convertido, según el Global Firepower 2025, en el octavo ejército más poderoso del planeta. El presupuesto de defensa continúa su senda alcista desde hace ya trece años, con 61.746 millones de euros aprobados para este mismo año (1,8% del PIB nacional). En su primer discurso…

Desorden global y Cooperación Internacional al Desarrollo
El dilema de los activos rusos