Estos anuncios se han convertido en un respaldo político para Donald Trump, que los presenta como una prueba del éxito de su agresiva estrategia arancelaria. Al mismo tiempo, le permite sortear las críticas, reforzando el relato de que Estados Unidos vuelve a atraer capital, industria y cadenas de valor estratégicas.

Muchas de estas inversiones responden a dinámicas estructurales de largo plazo –como la relocalización de las cadenas de suministro, la rivalidad geoeconómica con China o la transición energética– que trascienden el ciclo político actual. En cualquier caso, Trump ha optado por agrupar todos estos anuncios bajo una misma narrativa: la de sus logros. Numerosas empresas están anunciando inversiones en Estados Unidos no solo por oportunidades de negocio, sino para asegurar el acceso al mayor mercado del mundo y evitar represalias comerciales.

También varios gobiernos están cediendo a la presión, promoviendo inversiones de sus empresas públicas, e incluso de sectores privados completos, como gesto político destinado a preservar una buena relación con Washington.

Una de las primeras empresas en “pasar por el aro” fue TSMC, el gigante taiwanés de los semiconductores, que desarrolla en Arizona uno de los mayores complejos industriales de alta tecnología de la historia de Estados Unidos. El proyecto no solo refleja la importancia del mercado estadounidense para la compañía, sino también la dependencia estratégica de Taiwán del paraguas militar norteamericano. Aunque no existe una cifra cerrada, se estima que la inversión alcanzará varias decenas de miles de millones de dólares y aumentará de forma significativa la capacidad estadounidense para producir semiconductores de última generación.

Otro aliado histórico de Washington, Corea del Sur, también se ha activado en los últimos meses. Korea Zinc ha anunciado una inversión cercana a los 7.400 millones de dólares para construir una gran refinería de minerales críticos en Tennessee. Se trata de…