El empate técnico entre los Demócratas 66 (D66), liderados por Rob Jetten, y el Partido por la Libertad (PVV) de Wilders –26 escaños cada uno– esconde dos historias opuestas: el desplome del populismo de extrema derecha y la consolidación de un nuevo progresismo liberal de centro que gana fuerza.
Para Wilders, conocido por su discurso antislámico y su antieuropeísmo, el resultado es un duro golpe. Su partido pierde 11 escaños respecto a los comicios de 2023, cuando obtuvo una victoria histórica con 37 diputados y logró un gobierno de coalición que apenas sobrevivió 11 meses. La caída del Ejecutivo, provocada por la negativa de sus socios a aceptar su línea dura sobre migración, terminó por confirmar lo que muchos sospechaban: el “trumpismo neerlandés” hace ruido, pero no reúne el apoyo suficiente para gobernar.
El ascenso de Rob Jetten ha sido meteórico. A sus 38 años, el exministro de Energía ha llevado a D66 a su mejor resultado histórico. Su campaña, articulada en torno al lema “Yes, we can”, combinó un mensaje positivo y europeísta con propuestas concretas para afrontar los grandes desafíos internos: la construcción de 400.000 viviendas, la educación y una política migratoria más equilibrada. Jetten se dirige ahora a un complejo proceso de negociaciones que podría convertirle en el primer ministro más joven y el primero abiertamente gay en la historia del país.
El nuevo Parlamento neerlandés refleja la fragmentación que caracteriza desde hace años a su sistema político: 15 partidos con representación y ningún bloque dominante. Para alcanzar la mayoría de 76 escaños, Jetten necesitará al menos tres socios. Su combinación preferida pasa por un “centro amplio”: la alianza verde-socialdemócrata de GroenLinks-PvdA (20 escaños), los democristianos del CDA (18) y los liberales del VVD (22).
La ecuación no es sencilla. La actual líder liberal, Dilan Yeşilgöz…
