El presidente argentino no encontró otra solución para frenar la huida de inversores iniciada al comienzo del verano. El detonante de las ventas fue la decisión de mantener unas bandas de fluctuación del peso sobrevaloradas, que obligaban al Banco Central de la República Argentina (BCRA) a sostener la demanda de moneda local vendiendo sus reservas. Reservas prestadas, a su vez, por el Fondo Monetario Internacional.
La intervención de EEUU ha servido para calmar a los inversores y es una gran ayuda para Milei de cara a las próximas elecciones legislativas. El mensaje político que manda es muy poderoso: Argentina todavía sigue en una situación muy delicada y Estados Unidos está dispuesto a salvaguardar el rumbo. La sintonía personal e ideológica entre Donald Trump y Milei ha fortalecido la relación bilateral, hasta el punto que un traspaso de poder en Argentina podría implicar la pérdida del apoyo estadounidense. Bajo esta premisa acudirán los argentinos a las urnas el próximo 26 de octubre.
Si la llegada de Milei anticipaba el inicio de una época de “vacas flacas” en Argentina, la expectativa de que ahora vuelva el peronismo no es muy diferente. La diferencia es que, con Milei, el ajuste está ya a medio camino. Cambiar ahora los planes significa deshacer los recortes realizados, volver al déficit fiscal, a los controles cambiarios y, probablemente, a un nuevo impago de la deuda exterior.
El esfuerzo de los argentinos para reducir el déficit fiscal no habrá servido de nada si no se completa la estabilización de la economía. Pero esa estabilización todavía está lejos. La inflación sigue por encima del 30% y todavía queda (a juicio de los inversores) una nueva devaluación del peso a medida que se vaya liberalizando el tipo de cambio, lo que generará otra fase de subida de precios y caída…
