En 2015, Prevost adquirió la nacionalidad peruana, prescriptiva para ser obispo según el Concordato entre la Santa Sede y el Estado peruano de 1980, y desde 2018 ejerció como vicepresidente de la Conferencia Episcopal (CEP). Los años de su segunda estadía (1988-1999) fueron los más críticos de la historia peruana del siglo pasado. En 1990, la inflación llegó al 12.377% y la recaudación tributaria se desplomó hasta el 4% del PIB (18% en 2024).
El nuevo papa vivió también la guerra interna antisubversiva (1980-1992) y el régimen autoritario de Alberto Fujimori (1992-2000). En su última estadía, ya como obispo, vivió la pandemia. El país tuvo la peor tasa de mortalidad de la región. Entre enero y febrero de 2023, tras el frustrado autogolpe de Pedro Castillo, la represión del gobierno de Dina Boluarte se cobró 49 vidas de civiles que protestaban demandando un adelanto electoral.
Según revelaron las autopsias, policías y militares dispararon al cráneo y el pecho, muchas veces a quemarropa. Prevost tenía previsto retirarse antes, pero debido a la gravedad de lo ocurrido decidió quedarse un tiempo más con permiso del Vaticano para procurar que la CEP denunciara sin paliativos las matanzas de Puno y Ayacucho, de mayoría quechua y aymara. Boluarte también ha insinuado varias veces su intención de restablecer la pena de muerte.
Aunque el hoy León XIV solía decir que los nombres de Chicago y Chiclayo, sus ciudades natal y adoptiva, solo se diferenciaban por unas pocas letras, Lambayeque tiene zonas con picos de pobreza del 20%. En Apurímac, una región de la Sierra andina y la amazónica Loreto donde pasó largas temporadas, las cifras son similares.
La hiperinflación y la violencia, sin embargo, se han desvanecido de la memoria colectiva. Ente 2001 y 2024 la inflación anual media fue del 3,0%, frente al…

La disolución del PKK y el problema kurdo