Cómplices ambos de la dictadura de Omar al Bashir entre 1993 y 2019, los generales Abdel Fattah al Burhan y Mohamed Hamdan “Hemeti” Dagalo simularon aceptar la transición política impulsada por actores civiles. En octubre de 2021, dieron un golpe de timón que desembocó en un enfrentamiento personal que se prolonga hasta hoy.
El primero ostenta la jefatura del Estado y cuenta con las Fuerzas Armadas de Sudán (FAS), mientras que el segundo es formalmente el vicepresidente del Consejo Soberano y lidera las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR), consideradas como rebeldes. Sin ninguna diferencia ideológica apreciable entre ambos, el conflicto es una cruda lucha por el poder que ha convertido a Sudán en la mayor crisis humanitaria del planeta y que ya ha costado más de 150.000 víctimas mortales y unos 14 millones de sudaneses desplazados forzosamente de sus hogares (un 30% de la población total).
Desde el estallido de los combates, provocado por las desavenencias sobre el plan para integrar las FAR en las FAS –lo que Hemeti entendía como una subordinación a Al Burhan– el conflicto ha pasado por diferentes fases. Inicialmente, las FAR lograron imponerse en el campo de batalla, controlando de inmediato varias regiones del país. Desde la segunda mitad del pasado año, las FAS fueron capaces de recuperar buena parte del terreno perdido, incluyendo prácticamente la capital y Al Jiji, la principal refinería del país. Aun así, las FAR lograron conservar algunos feudos, como los Estados de Darfur y Kordofán Occidental.
En Darfur del Norte se ha registrado recientemente un hecho de trágicas dimensiones, tanto humanas como políticas. La toma de la capital de dicho Estado, El Fasher –tras un asedio que se inició en mayo de 2024– le permite a Hemeti consolidar su amplio dominio territorial: unos 300.000 kilómetros cuadrados, con una…

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