Desde hace casi dos años, la fórmula Standort Deutschland (el lugar de Alemania) es el centro de un amplio debate que afecta a los círculos económicos alemanes. No evoca paisajes, sino fábricas, sociedades, almacenes de exportadores y de mayoristas. Por eso se completa con su doble monetario y bursátil: Finanzplatz Deutschland (el lugar financiero de Alemania), por referencia a la Bolsa de Francfort, al Bundesbank guardián del marco, sito también en Francfort, así como a la instalación probable del futuro Banco Central Europeo (BCE) en esta misma metrópoli del Rin.
En cuanto se entabló la discusión, la cuestión esencial fue el Produk tionsstandort Deutschland (el lugar de producción o el centro de producción de Alemania). Descontentos de las cargas salariales y de un sistema de impuestos que les colocaba en desventaja con relación a la competencia extranjera, los patronos alemanes pidieron una mejora de su Standort, lamentándose de las inconsecuencias de la legislación económica y social.
Este interminable debate, muy en el estilo germánico, está a punto de evolucionar. Se vuelve hacia la búsqueda de una identidad nacional. Una personalidad dominantemente económica, es cierto, porque la Alemania de la posguerra comenzó por ser “un gigante económico al tiempo que un enano político”. Sus fábricas y sus bancos, su rico patrimonio inmobiliario, su confortable parque automovilístico y electrodoméstico, sus autopistas y sus aeropuertos, en pocas palabras, la calidad del made in Germany, provocaban la admiración apenas unos decenios después del “año cero 1945”, cuando las ciudades estaban destruidas en un sesenta u ochenta por cien. Los alemanes, campeones mundiales del turismo fuera de sus propias fronteras, invasores apresurados los sábados por la mañana de sus zonas peatonales bien cuidadas, y de sus “grandes superficies” copiosa mente surtidas (tienen que andar rápidos porque los horarios de cierre de los establecimientos son draconianos),…
