El acuerdo firmado en octubre de 2024 entre Reino Unido y la República de Mauricio para la devolución a esta última del archipiélago de Chagos –sesenta islas en medio del Océano Índico– ha puesto el foco sobre una disputa territorial olvidada, pero a todas luces importante para el futuro de la seguridad en el Indo-Pacífico.
Chagos formó parte de la colonia británica de Mauricio desde 1814 a 1965. En el momento en el que Mauricio comenzaba su proceso de descolonización, Reino Unido alcanzó un acuerdo con su propia colonia para, a cambio de tres millones de libras, mantener el control del archipiélago después de la independencia, con visos de construir sobre su isla mayor, Diego García, una importante base militar junto con Estados Unidos. En efecto, en 1968 Mauricio obtuvo su independencia sin Chagos, que permaneció bajo administración británica como el British Indian Ocean Territory (BIOT). La población del archipiélago, alrededor de mil chagosianos, fue deportada forzosamente por las autoridades y desplazada a Mauricio, Seychelles y Reino Unido –un movimiento que las Naciones Unidas condenó en su momento y que Reino Unido, recientemente, reconoció como indigno e injusto sin avanzar, no obstante, en su reparación.

La importancia estratégica de la base de Diego García se impuso a las cuestiones humanitarias y del derecho internacional, contra el que Reino Unido había actuado al segregar parte del territorio de una colonia en vías de independencia. Los apenas 25 kilómetros cuadrados de Diego García albergan una de las bases americanas mejor preparadas del mundo. Su posición cercana a África, el Mar Rojo, el Golfo Pérsico y el Pacífico, su puerto de aguas profundas, y su estación de seguimiento espacial la convierten en un activo geoestratégico capital para Estados Unidos, que siempre ha apoyado la soberanía británica en contra de las reivindicaciones tanto…
