Hay guerras que no cambian nada y hay guerras que lo cambian todo. Las dos guerras mundiales del siglo XX son un buen ejemplo de cambios tan profundos como dramáticos en el orden mundial. La invasión de Ucrania, como explica Martin Sixsmith en su libro Putin and the Return of History (Bloomsbury, 2024), tiene todo el potencial de ser una de esas guerras que marcan un antes y después. Si algunos pensaron que la implosión del comunismo soviético supondría el  final de la historia, la historia está de vuelta como una rabiosa venganza.

La batalla en Gaza, además del segundo frente de la guerra de Ucrania, forma parte no solo del retorno de la historia sino también del sangriento impulso por establecer un nuevo orden mundial. La confrontación entre autocracias en alza (cada vez más perfectas y coordinadas) y democracias en declive (más imperfectas y divididas que nunca) empieza a generar un panorama global de desorden y caos.

Las potencias revisionistas lideradas por Rusia, China e Irán –junto a actores no estatales como Hamás– están dispuestas a asumir enormes riesgos sin temor a que las consecuencias de sus acciones resulten nefastas. En estos cálculos geopolíticos multipolares, la disuasión se desvanece y la violencia se abarata en la creencia de que el beneficio de su agresividad supera con creces los costes.

En este número 217 de la revista Política Exterior dedicamos nuestra sección de Estudios a analizar tanto la guerra de Ucrania como la de Gaza, además de a reflexionar sobre un mundo peligrosamente fracturado, en el que la demanda de seguridad nacional o regional prima sobre otros objetivos multilaterales como la prosperidad global.

Ante un año plagado de elecciones, no se atisba un horizonte en el que se aclaren los términos de un nuevo orden mundial basado en reglas, más…