De Berluskaiser a Berlusconi” era el expresivo título del periódico alemán Frankfurter Rundschau del pasado 10 de enero, para definir y valorar el trabajoso paso del gobierno presidido por el “cavaliere” al nuevo ejecutivo que tiene a su frente al ex ministro del Tesoro, Lamberto Dini. En la ya poblada historia italiana de crisis de gobiernos –54 en apenas cinco décadas de república– la iniciada el 22 de diciembre de 1994 con la dimisión de Silvio Berlusconi ha sido, sin duda, una de las más graves y peligrosas. Tanto es así que el director de La Stampa de Turín, Ezio Mauro, no dudaba en publicar el 14 de enero en la primera página de su diario un editorial titulado “La posguerra”, en el que afirmaba: “Es bueno que se sepa que en este paso la crisis de un gobierno ha corrido el riesgo de haberse convertido en una crisis de la democracia como no había sucedido nunca en la historia de la República”. Más que a un improbable, por no decir imposible, ruido de sables, el editorialista se refería a la abierta batalla entablada por el presidente dimisionario, su gobierno y los partidos que lo habían apoyado –con excepción de la Liga Norte de Umberto Bossi– contra la presidencia de la República y en cierto modo contra la Constitución.
La causa del enfrentamiento era la pretensión por parte de Berlusconi de que Scalfaro no tenía otra alternativa que disolver el Parlamento, a sus ojos desprestigiado, y convocar lo antes posible nuevas elecciones legislativas, a lo cual el jefe del Estado respondía que, en toda república parlamentaria, hacer o deshacer las alianzas políticas entre los diversos partidos no obliga siempre a convocar a los ciudadanos de nuevo a las urnas. En toda Europa hay decenas de ejemplos que dan…
