Hamás ha puesto en marcha medidas de confianza hacia sus rivales de Fatah. La OLP debería aprovechar el momento para acometer la reconciliación pendiente.
Algo parece estar moviéndose dentro del interminable proceso de reconciliación nacional palestino, desde que, a principios de este año, el primer ministro del gobierno de Hamás en la Franja de Gaza, Ismael Haniyeh, pusiera en marcha toda una serie de medidas de buena voluntad hacia sus rivales del movimiento Fatah. Entre ellas, la autorización para que dos diputados del Consejo Legislativo Palestino y de un centenar de activistas afiliados a Fatah pudieran retornar a Gaza después de más de seis años y medio de ausencia de sus circunscripciones. Igualmente, la puesta en libertad de algunos detenidos políticos y la práctica de una mayor permisividad hacia las actividades caritativas llevadas a cabo por ONGs vinculadas a Fatah, entre las que destaca la dirigida por la mujer del exdirector del Servicio de Seguridad Preventiva en la Franja, Mohamed Dahlan.
La puesta en marcha de estas medidas de confianza por parte de Haniyeh ha sido interpretada como una señal de debilidad por parte del movimiento islamista, que atraviesa una fase de inmensas dificultades, agravada desde la caída del gobierno de Mohamed Morsi en el vecino Egipto. Si en las postrimerías de 2012, tras la “victoria” política que le proporcionó la llamada “segunda guerra de Gaza” (conocida como operación “Pilar Defensivo” en Israel), Hamás se encontraba en una posición de fuerza para negociar, ahora sucede todo lo contrario. Está por ver si la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) –que sigue siendo la institución responsable de las negociaciones de paz con Israel– será capaz de trabajar simultáneamente en dos pistas paralelas y hacerlas converger con la reconciliación nacional.

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