Bilateralmente y a través de la UE, la relación entre España y México es estratégica por partida doble. Hasta ahora, sin embargo, ni el volumen de comercio e inversión ni el fuerte vínculo cultural y social han logrado forjar la otra gran alianza del espacio atlántico.
México y España siempre han estado muy pendientes el uno del otro. Pudieron ocasionalmente vivir de espaldas, a veces incluso airadamente, pero nunca ajenos ni indiferentes y siempre mirándose, al menos, por el rabillo del ojo. Hasta cuando México se negó durante casi 40 años a reconocer y mantener relaciones diplomáticas con la España franquista, no se trató de una muestra de desapego y desinterés, sino más bien una demostración de cercanía y afecto, como si lo que ocurría en España fuese también asunto suyo, más allá de lo que aconsejasen el Derecho Internacional y las resoluciones de las Naciones Unidas. Todos sabemos en España lo mucho que la determinación mexicana reconfortó a unos e irritó a otros. Sería por algo.
Quizá nunca antes esa cercanía haya sido mayor, ni la relación entre España y México tan intensa como lo es hoy. España está muy presente en casi todos los órdenes de la vida cotidiana de millones de mexicanos. Y México también, poco a poco, va ocupando en España un espacio creciente en distintos ámbitos y actividades. En ambos casos hay margen y potencial para crecer; considerable en el primero, enorme en el segundo.
México y España son socios estratégicos desde 2007. Además, México firmó en 2000 un acuerdo comercial con la Unión Europea (como Chile en 2002 y Perú, Colombia y América Central en 2012) y es desde 2008 uno de sus 10 socios estratégicos (como lo es también Brasil desde el año anterior). España y México son así socios estratégicos por partida…

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