Si la Unión Europea quiere tener un papel significativo en el escenario económico global de las próximas décadas –marcado por una feroz competencia industrial y una agria lucha por las materias primas debido a la emergencia de China, India, Brasil y otros– tendrá que buscar el valor añadido de una sociedad del conocimiento avanzada y estar en primera línea de la investigación, el desarrollo y la innovación, combinando las capacidades y recursos de sus Estados miembros para promover proyectos rentables en el campo de la alta tecnología.
La prioridad de la Agenda de Lisboa, aprobada por el Consejo Europeo en marzo de 2000, era precisamente promover el desarrollo sostenible y la competitividad europeas a través del avance tecnológico. Aunque los resultados no han sido hasta ahora brillantes y la mayoría de los países europeos, salvo los nórdicos y Alemania, están aún lejos de Estados Unidos en este aspecto, hay algunos proyectos y algunas realidades que permiten mantener la esperanza.
La industria aeroespacial es uno de los sectores principales, si no el más significativo, en los que la UE ha dado y está dando pasos importantes para situarse entre las potencias tecnológicas más avanzadas. Un buen ejemplo en el sector privado –aunque parte de su capital sea público– es la Compañía Europea de la Aeronáutica, la Defensa y el Espacio (EADS), creada en 2000 por la fusión de actividades de la francesa Aerospatiale, la alemana DASA y la española CASA. A pesar del impacto negativo que el elevado tipo de cambio euro/dólar está ocasionando a sus cuentas de resultados, las cinco divisiones de EADS –Airbus, Aviones Militares de Transporte, Eurocopter, Astrium y Defensa y Seguridad– son parte de la vanguardia mundial en sus respectivos subsectores.
La división de aviones comerciales, Airbus, aunque recuperándose todavía de la crisis de mediados de 2006…

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