En una reciente entrevista, Donald Trump –que cree que los aranceles son el “mejor invento” de la Historia– recordó que durante la presidencia de William McKinley (1897-1901), el gobierno federal recaudaba más por los ingresos aduaneros que por el impuesto a la renta. En enero, Elon Musk, el próximo responsable de Eficiencia Gubernamental, dijo a sus accionistas que los fabricantes chinos de vehículos eléctricos (VE)–BYD, Nio– “demolerán” a sus competidores si no se enfrentan a mayores barreras arancelarias.
Una simulación del BCE estimó que, si el sector automotriz chino recibiese los mismos subsidios que el de la energía solar, sus compañías podrían aumentar un 60% su participación en el mercado mundial y la de las europeas –BMW, VW, Citroen, Renault…– contraerse un 30% y su producción un 70%.
Desde que en 2018 el departamento de Comercio comenzó a subir los aranceles a las exportaciones chinas, las nuevas barreras han terminado afectando a 400.000 millones de dólares de mercancías. La administración de Joe Biden, por su parte, impuso aranceles del 100% a VE, 50% a chips y paneles solares y del 25% a baterías ión-litio chinos. Robert Lighthizer, representante comercial de Trump en su primer mandato, ha difundido un plan para subirlos aun más a través de órdenes ejecutivas para sortear las eventuales objeciones del Congreso.
El Economist aconseja que sus amenazas se tomen en serio, pero no literalmente. El objetivo de Trump, recuerda, ha sido lograr mejores condiciones y ventajas, con lo que sus anuncios son, por ahora, solo un gambito de apertura de la negociación real. Pero el recrudecimiento de las guerras comerciales va a ser inevitable, incluidas las transatlánticas. En 2023, la UE importó 466.000 millones de dólares de bienes chinos, lo que explica el muro arancelario que está construyendo para contenerlas.
Por otra parte,…

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