El derretimiento de los hielos y el avance tecnológico facilitarán el acceso a los recursos energéticos del Ártico y abrirán nuevas rutas para la navegación. Los Estados árticos reivindican sus soberanías, pero el auténtico debate es sobre los riesgos para el medio ambiente.
Tras la Cumbre de Copenhague de diciembre de 2009 y en un momento en el que la energía vuelve a situarse como prioridad en las agendas públicas, parece conveniente reflexionar sobre la dimensión geoenergética que ofrece la región del Ártico. Hablamos de geoenergía para identificar el conjunto de los recursos energéticos situados en un espacio geográfico determinado, así como su posible disponibilidad y uso actual o futuro, incluyendo en el perímetro de este término también los factores estratégicos, políticos o económicos que deben tenerse en cuenta en su análisis.
A la UE le interesa explorar y mejorar las condiciones para ir introduciendo gradualmente la navegación comercial en el Ártico, al mismo tiempo que fomenta normas más rigurosas sobre medio ambiente y seguridad. La Unión ha solicitado participar activamente como actor con personalidad jurídica propia en la definición de la nueva gobernanza del Ártico, y ha planteado disponer del estatuto de observador en el Consejo Ártico. En estos asuntos convergen políticas e instrumentos de actuación comunitaria, desde la específicamente medioambiental a la política exterior y de seguridad común, o la recién estrenada política energética, sobre todo en lo relativo a la seguridad de los aprovisionamientos exteriores y a su dimensión medioambiental y, tal vez, a la posibilidad de activar en el futuro mecanismos de cooperación reforzada en este ámbito.

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