A pesar de todas las especulaciones de los periodistas y las elucubraciones de los académicos, todavía está por definir el bosque de lo que podría llamarse la arquitectura del mundo de la posguerra fría. Dando esto por sentado, hay una serie de cuestiones sobre ese mundo se repiten en los análisis de los responsables políticos.

Todos los principales actores de la comunidad del Pacífico, por ejemplo, desde Estados Unidos hasta Indonesia, han expresado su interés en desarrollar un mecanismo multilateral para la resolución de los crecientes problemas económicos, políticos y de seguridad. Los importantes desequilibrios comerciales, el incierto, aunque explosivo, crecimiento y desarrollo económico, el acelerado incremento de los inventarios militares, y la aparición de cambios políticos desestabilizadores en varias zonas, contribuyen al desasosiego real y potencial que invade a los dirigentes políticos de la región.

En el medio siglo transcurrido desde el final de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos actuó como líder de una comunidad de naciones comprometidas con la paz, la estabilidad y el desarrollo económico. El precio que pagó EE UU por esta iniciativa fue elevado, tanto en términos de vidas como de riqueza. En el transcurso de este difícil medio siglo, Japón, la República de Corea y la República de China (ROC) en Taiwán alcanzaron una tasa de crecimiento y desarrollo tan importante que los convirtieron individual y colectivamente en la envidia de la comunidad de naciones menos desarrolladas. Cuando la guerra fría llegaba a su fin, las naciones del sudeste asiático emprendieron una trayectoria parecida de fuerte crecimiento. A su vez, China continental se convirtió en una economía en expansión, con un potencial que tiene implicaciones para la economía del mundo entero.

Las economías de Asia en rápida expansión, encabezadas por Japón y cuatro países recientemente industrializados, incluida la República de China en Taiwán,…