Una vez más, la UE debe responder a una crisis en tiempo real y sin los instrumentos adecuados. Y como siempre, la solución no es otra que profundizar en la construcción comunitaria y culminar la unión política en un sentido federal, con un asilo verdaderamente europeo.
Todos los caminos conducen a Europa. También los de los refugiados, como los acontecimientos se están encargando de demostrar dramáticamente. Quizá los poderes políticos de la Unión Europea y de los Estados miembros no fueran plenamente conscientes de que las nubes podían convertirse en tormenta, pero los datos que iban acumulándose en el horizonte no dejaban lugar a dudas sobre las consecuencias de la guerra en Siria y de otros conflictos en Oriente Próximo y el cuerno de África: millones de refugiados y desplazados que iban llegando a Turquía, Jordania y Líbano; cientos de miles que decidían alcanzar la UE a cualquier precio, incluso el de perder la vida en el intento; incremento exponencial del negocio de los traficantes del dolor y las esperanzas ajenas.
Es más, los datos señalaban el imparable crecimiento anual de demandantes de asilo en la UE: 234.000 en 2010; 341.000 en 2011; 373.000 en 2012; 464.000 en 2013; 662.00 en 2014; y 807.000 de enero a septiembre de 2015.
Sin embargo, tuvo que ser la foto de un niño ahogado la que abrió los ojos a la opinión pública europea, cuando ya se calculaba que cerca de 3.000 personas habían muerto en el Mediterráneo tratando de alcanzar las costas europeas; cuando Italia, Grecia y Hungría ya estaban desbordadas; cuando el 75% de las solicitudes de asilo correspondían a menores; cuando las mafias de las migraciones estaban a punto de embolsarse 20.000 millones de euros con su infame negocio.
La foto, esa terrible foto, provocó que la crisis de los…

Las fuentes del poder de Estados Unidos
Ceuta, Melilla, Rabat...
¿Importan los historiadores? 