La geografía, la cultura o el liderazgo ilustrado han sido factores explicativos del diferente nivel de desarrollo entre países. ¿Es posible que la clave esté solo en el tipo de instituciones que los gobiernan?
¿Qué explica las enormes diferencias en la renta per cápita entre unos lugares del mundo y otros? Es una pregunta que se ha planteado multitud de veces. Las desigualdades en cuanto a la prosperidad en la época actual son mucho más grandes que las que llevaron a Adam Smith a escribir La riqueza de las naciones en 1776, cuando nació la economía como disciplina moderna. Mientras que por entonces había una diferencia entre los países más ricos y los más pobres de cuatro o cinco veces, la de hoy es de más de 40. ¿Por qué algunos países se distinguen de otros en función de la riqueza y la pobreza, la salud y la enfermedad, la comida y el hambre?
Las teorías abundan. Si uno acude a los medios de comunicación generales –o incluso a revistas respetables como Science y Nature– lo más probable es que se encuentre con artículos que sostienen que los factores geográficos explican esas diferencias. El clima, la calidad del suelo, las enfermedades y el entorno se han propuesto como los elementos determinantes de la prosperidad. Sin embargo, cuando se analizan las pruebas, estos factores geográficos no parecen ser tan importantes. Los mismos países que son muy ricos ahora eran en su día más pobres que otros con la misma calidad del suelo, por ejemplo…

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