Hemos vuelto”. Con esta afirmación inequívoca en su discurso inaugural, el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, reclamaba un sitio en la mesa internacional, anunciando un cambio respecto a la política exterior de su predecesor, Stephen Harper. Han pasado casi dos años y existen múltiples líneas de ruptura entre el concepto westfaliano de los asuntos mundiales que tenía Harper y el internacionalismo desinhibido de Trudeau. Desde octubre de 2015, la anterior política exterior intergubernamental y orientada al poder duro del Partido Conservador ha dado un giro bajo el liderazgo del joven y popular Trudeau, quien ha adoptado un enfoque verdaderamente transnacional.
La renovación de la agenda internacional de Canadá ha quedado patente en las iniciativas más recientes que ha emprendido el país. El cambio tal vez más evidente es la reafirmación del compromiso de Canadá con el multilateralismo. Durante su mandato de nueve años, Harper se mostró escéptico en cuanto a las tribunas internacionales, y se inclinó por los canales bilaterales en detrimento de lo que consideraba unas plataformas ineficaces y corruptas. Las profundas reservas de Harper hacia las Naciones Unidas y, más en general, hacia el multilateralismo, se debían a una mezcla de ideología política y de necesidades electorales en la medida en que el programa progresista de las organizaciones internacionales era contrario a los valores y a los intereses de la base política conservadora. Al darle la espalda a la tradicional visión internacionalista de Canadá, Harper se distanciaba claramente de la mayoría de sus predecesores, para quienes la cooperación multilateral era la piedra angular de la política exterior del país. La visión del mundo de Harper se apreciaba especialmente en su enfoque hostil en las negociaciones sobre el cambio climático, en su predisposición a formar parte de las coaliciones “de la voluntad” dirigidas por Estados Unidos y, de…

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