AFKAR-IDEAS  >   NÚMERO 33

Irán y las revueltas árabes

Arshin Adib-Moghaddam
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Como en Túnez y Egipto, el cambio se pide desde la sociedad civil hacia el Estado, y es inevitable que tal constelación política produzca cambios sustanciales.

Irán se encuentra en un estado posrevolucionario, no prerrevolucionario. Los iraníes han instaurado un discurso revolucionario abogando por una independencia radical del país, la región y los países del “Sur global”, lo cual han pagado caro. Este énfasis sobre la independencia es una de las principales razones por las que Irán se refiere a los levantamientos árabes como “despertares”. En la jerga de los revolucionarios de 1979, incluido el ayatolá Jomeini, despertar (bidar en persa), significa el preludio a la acción revolucionaria, una sociedad lista para luchar por su independencia. Por supuesto, abundan en Teherán los ilusos que dan por sentado que las revueltas árabes se inspiran en la Revolución Islámica. Estas fantasías persas deben ser ignoradas. En general, el orden posamericano emergente se ve en Irán con inmenso optimismo y también con grandes dosis de ansiedad. Optimismo porque los estrategas iraníes suponen (correctamente, en mi opinión) que unos gobiernos más sensibles a las preferencias de sus sociedades darán paso una política exterior más afín a la causa palestina, al propio Irán y, en consecuencia, serán menos condescendientes con EE UU e Israel. Pero bajo la superficie también hay ansiedad, especialmente entre aquellos de la derecha que están lidiando con las demandas de la poderosa sociedad civil iraní. Son conscientes de que los iraníes han estado tramando su propia Intifada para reformar el Estado desde hace tiempo y de que hoy la democracia y los derechos humanos, no solo la independencia, son las claves para lograr una buena gobernanza en el mundo árabe e islámico. A medio y largo plazo, el Estado iraní no puede permanecer ajeno a ese valiente nuevo mundo y a…

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