AFKAR / IDEAS nº 56 Invierno 2017/2018
La sociedad israelí, favorable al ‘statu quo’
Para el pueblo palestino, no hay esperanza de cambio hacia la paz y la justicia desde dentro de la sociedad israelí, inmersa en una negación continua de la ocupación.
Con el gobierno de derechas más extremo que Israel ha tenido jamás, la sociedad del país está cambiando rápidamente y volviéndose cada vez más nacionalista, racista, militarista e incluso religiosa. Los 10 años de gabinetes de Benjamin Netanyahu han tenido un profundo impacto en ella. El bando partidario de la paz prácticamente ha desaparecido, ser de izquierdas se ha convertido en una abominación, y apenas existe una oposición significativa. Es posible que Netanyahu no dure mucho más en el cargo, pero sus efectos se sentirán en los próximos años, y ya está afectando a cualquier posibilidad de acuerdo, sea el que sea, con los palestinos.
La ocupación es el gran problema ante el cual todos hacen la vista gorda y del que la mayoría de los israelíes piensa que, si se ignora, no existe. La ocupación, que hace poco “celebró” sus primeros 50 años, apenas se menciona en el discurso israelí, casi nunca se debate, y raras veces los medios de comunicación informan sobre ella. El patio trasero de Israel, que con frecuencia se encuentra tan solo a media hora en coche de los hogares de muchos israelíes, sigue a oscuras, alejado de toda atención pública, y despierta escasísimo interés entre la población. Ésta sabe muy poco de la ocupación, los medios de comunicación no la ayudan a saber, y ella no quiere conocer la realidad de la cual todos son responsables.
¿Qué ha originado esta negación increíble en la que vive la sociedad israelí? ¿Cómo es posible que una ocupación que ni un solo Estado en el mundo reconoce, que infringe las leyes internacionales, que es brutal, violenta y criminal; una ocupación que lleva 50 años quitando la vida a otras personas y que sigue haciéndolo, apenas se mencione en Israel y no despierte indignación ni dudas morales de ninguna clase? ¿Cómo puede la sociedad israelí, tan normal, convivir durante tantas décadas en perfecta paz con la ocupación, estar absolutamente satisfecha consigo misma y creer sinceramente no solo que Israel es la única democracia de Oriente Próximo, sino que su ejército, las Fuerzas de Defensa de Israel, una fuerza de ocupación por definición, es “el ejército más moral del mundo”?
Para responder a estas preguntas hay que ahondar en los valores por los que se guían los israelíes judíos. En primer lugar, la creencia profundamente arraigada y compartida por casi todos, si no todos ellos, de que el pueblo judío es en verdad el pueblo elegido. Tanto los religiosos como los laicos lo piensan, aunque no siempre lo reconozcan. La expresión política de este hecho es que, puesto que somos el pueblo elegido, nosotros, los judíos de Israel, tenemos derecho a hacer lo que queramos. Disfrutamos de derechos que otros pueblos no tienen, y la legislación internacional se aplica a cualquier país del mundo excepto al nuestro. Es evidente que esta idea va estrechamente ligada a la otra creencia profundamente arraigada de que Dios nos ha prometido esta tierra a no-sotros y solo a nosotros. También en este caso, los israelíes judíos, los creyentes y hasta los laicos, fundamentan sus derechos políticos y su soberanía sobre este pedazo de tierra en una intervención divina, reconocida o no, hace más de 2.000 años. Esta intervención nos autoriza a obviar por completo el hecho de que, durante la mayor parte de esos 2.000 años, en Palestina vivían muy pocos judíos, y que hace solo 100, su territorio estaba habitado por más de un 90% de palestinos y menos de un 10% de judíos.
Esto nos lleva a la siguiente creencia, una vez más profundamente arraigada, de que los judíos no son solo la mayor víctima de la historia de la humanidad, sino también la única. Ser la única víctima y la mayor nos permite creer que, después del Holocausto, somos merecedores de todo. También permite que los israelíes no vean ninguna víctima más. A esto hay que sumar la actitud colectiva hacia los palestinos. El israelí medio no los percibe como seres humanos iguales. Los palestinos son diferentes. No quieren a sus hijos como nosotros queremos a los nuestros; no les importa morir como nos importa a nosotros. Han nacido para matar y solamente desean una cosa: empujar a los judíos al mar. Su deshumanización, unida a su demonización, expresada constantemente en los medios de comunicación y en la opinión general, es otra manera de lograr que al ocupador le sea más fácil vivir en paz con la ocupación…
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