>   NÚMERO 15

Japón, la prosperidad y la postración

Luis Alcaide
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Desde su ingreso en Occidente los éxitos del país del sol naciente han sido espectaculares, sólo ensombrecidos por sus fracasos cuando de un modo u otro ha dado la espalda o renegado, incluso declarando la guerra, de los valores que le habían indicado el camino.

El régimen feudal, descentralizado pero impermeable al contacto con los bárbaros extranjeros, después de negarse a abrir el comercio al comodoro James Biddle de la American East Indian en 1846, tuvo que ceder, en 1857, ante los barcos de guerra de otro comodoro, el Matthew C. Perry, mucho más convincente cuando amenazó con utilizar los cañones para bombardear el puerto de Usaga si no se atendían sus demandas. Los “barcos negros” abrieron las puertas de la modernización.

El bakufu aceptó el trato con los extranjeros. Pero su gesto fue interpretado como una debilidad. La humillación trajo la reinstauración del emperador y con ella la cimentación del primer Estado moderno totalitario. En 1905, “la monástica disciplina de los victoriosos ejércitos japoneses”, frente a las tropas de su majestad el “autócrata de todas las rusias”, significaría para el editorialista de la época del Times londinense el triunfo de “la subordinación del individuo a la tribu y al Estado”…

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