POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 155

Retrato de Alemania con señora

Diego Íñiguez
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El hegemón tímido, más complejo socialmente, más desigual, con un sistema de partidos más complicado, celebra unas elecciones en las que la crisis europea será un asunto secundario. Merkel parece imbatible, aunque no es descartable otra gran coalición.

Las elecciones alemanas del primer día del otoño no parecen decididas cuando empieza el verano de 2013. Una semana antes se vota en Baviera, un entremés crucial. Los carteles de la campaña son ingeniosos: “Baviera está madura, su nuevo color es el Verde”; “El candidato que mantiene su palabra”, sonríe el del Partido Socialdemócrata (SPD), sosteniendo unas letras que dicen “palabra”; “Los pensionistas, ¿por la borda?”, pregunta el Partido Pirata; “¡A todo gas por el callejón sin salida!”, sentencian los de La Izquierda. Sus adversarios retratan a Angela Merkel en blanco y negro, con expresión severa; los democristianos, tan maquillada y angelical que parece a punto de trascender. Es la campaña de una sociedad tranquila, que puede permitirse el humor y quizá un cambio político.

Si gana la Unión Demócrata Cristiana (CDU), será la tercera legislatura de la canciller. Pero, ¿es posible hablar de una “Alemania de Merkel”, como se habla de la Alemania de Kohl, la de Schmidt y Brandt o la de Adenauer? Los grandes cancilleres de la República Federal dejaron su impronta en la Alemania democrática, que se fundó y consolidó con Konrad Adenauer, alcanzó su madurez moral con Willy Brandt y su mejor momento con Helmut Schmidt. Los años de Hemult Kohl fueron de estancamiento, pero su instinto político fue decisivo para la reunificación. La coalición socialdemócrata y verde que le sucedió impulsó cambios legales y sociales, pero Gerhard Schröder, menos interesante que su vicecanciller, Joschka Fischer, no tiene la grandeza de sus antecesores socialdemócratas.

Merkel merece una reticencia semejante. Gobernó su primera legislatura en coalición con los…

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