La primera ministra japonesa, Sanae Takaichi, ha iniciado su mandato con fuerza, respaldada por un índice de aprobación del 74 % en una encuesta realizada en octubre. Aunque la ruptura de la coalición entre el Partido Liberal Democrático (PLD) y Komeito representó un desafío considerable, su éxito al forjar una nueva alianza con Nippon Ishin ha despejado el camino para poner en marcha su agenda política, que combina propuestas de reforma económica con iniciativas nacionalistas centradas en el fortalecimiento del control estatal.
Pese a este impulso inicial, sigue siendo incierto si el liderazgo de Takaichi será capaz de enfrentar el descontento subyacente de la población respecto a la política y la economía japonesas. Las derrotas del PLD tanto en las elecciones a la Asamblea Metropolitana de Tokio de 2025 como en las elecciones a la Cámara Alta de ese mismo año reflejaron un malestar extendido por la incapacidad persistente del partido para abordar los desafíos económicos y sociales, entre ellos el aumento del coste de la vida, el prolongado estancamiento económico, la creciente carga de los hogares por los gastos de seguridad social y el envejecimiento y la disminución de la población. Sobre este escenario pesa además la ambigua respuesta del entonces primer ministro Shigeru Ishiba ante un escándalo de donaciones políticas que implicó a decenas de legisladores del PLD vinculados a la antigua facción de Abe, lo que alimenta la sensación de deterioro institucional.
En la política japonesa contemporánea, especialmente desde los años 2000, la alta popularidad inicial de un gobierno no ha demostrado ser un indicador fiable de estabilidad a largo plazo. Con frecuencia, esos niveles de apoyo han descendido rápidamente, como se observó en los primeros gobiernos de Abe, Fukuda, Hatoyama, Kan, Noda y Suga, cuando las expectativas iniciales dieron paso a la realidad de la gestión y la aplicación de políticas. Una excepción significativa fue el segundo gobierno de Abe, entre 2012 y 2020, que logró sostener un respaldo relativamente sólido, aunque su marcada orientación conservadora contribuyó a profundizar la polarización entre sectores liberales y conservadores de la sociedad.
A esta tendencia se suma la forma en que se elaboran las encuestas de opinión en Japón. La mayoría no solicita a los encuestados que evalúen las políticas del gobierno saliente o del entrante, sino que preguntan directamente si apoyan al nuevo gabinete o qué áreas consideran prioritarias. Aunque este enfoque no es exclusivo de Japón, los encuestados suelen responder sin información suficiente sobre las políticas concretas del nuevo gobierno, lo que hace que las respuestas sean en gran medida especulativas. El fuerte apoyo inicial a Takaichi puede reflejar estas limitaciones. Su estilo político asertivo es visto por los votantes conservadores como una señal de liderazgo firme, lo que atrae tanto a nacionalistas del PLD como a quienes esperan un cambio de rumbo. Sin embargo, las expectativas por sí solas no garantizan estabilidad política: para afianzarla, Takaichi deberá ofrecer resultados tangibles.
A pesar de su imagen de liderazgo fuerte, el gobierno de Takaichi se sostiene sobre bases políticas frágiles. Su apoyo dentro del PLD proviene sobre todo de los miembros de base, más que de los legisladores electos. Al carecer de una facción propia, su ascenso a la presidencia del partido solo fue posible gracias al respaldo del entonces asesor supremo y actual vicepresidente del PLD, Taro Aso. En la última ronda de las elecciones presidenciales, Takaichi derrotó a Shinjiro Koizumi gracias al voto táctico de la facción de Aso. La composición de la nueva dirección del PLD, incluido el nombramiento del secretario general, refleja de manera evidente la continua influencia de Aso sobre la gobernanza del partido. El margen de maniobra de Takaichi frente a él continúa siendo limitado, y es probable que sus decisiones políticas sigan condicionadas por el liderazgo paternalista de Aso.
La coalición entre el PLD e Ishin también se caracteriza por su fragilidad, dado que Ishin no ocupa ningún cargo en el gabinete. El partido optó por un acuerdo de confianza y apoyo que le permite preservar su autonomía y mantener la posibilidad de retirarse si el PLD no cumple lo pactado. Ishin es consciente de que su supervivencia política podría verse amenazada por el mayor peso y las maniobras tácticas del PLD, pero ha decidido priorizar la consecución de sus objetivos políticos incluso a costa de asumir riesgos que podrían llevar a su propia disolución.
En cuanto a Sanseito, pese al uso de consignas nacionalistas similares, no constituye un socio necesariamente fiable para Takaichi. Aunque suele describírsele como un partido de derechas, critica las propuestas de la primera ministra desde una perspectiva populista, argumentando que no representan auténticas reformas. Su postura se mantiene anclada en una oposición emocional al establishment gobernante, por lo que una coalición de derechas entre ambos partidos no parece un escenario viable.
Para superar estas bases políticas inestables, Takaichi necesita lograr avances políticos concretos, pero esto resulta complejo. La mayoría de sus propuestas no son originales ni sustancialmente nuevas. Muchas ya habían sido consideradas durante el gobierno de Ishiba o simplemente reiteran iniciativas de la era Abe, especialmente en ámbitos como la seguridad económica y el Indo-Pacífico. Su intento de impulsar políticas de control estatal, como una ley contra el espionaje, junto con una política fiscal expansionista, puede reflejar su iniciativa personal, pero sigue siendo objeto de controversia incluso entre los partidarios del PLD y desvía capital político de los persistentes retos económicos y sociales del país.
El tiempo juega en contra del PLD. La disolución de la coalición con Komeito, motivada en parte por la aparente insensibilidad de Takaichi ante el escándalo de las donaciones políticas, podría suponer un golpe severo en las próximas elecciones a la Cámara Baja, previstas para 2028. Durante décadas, el PLD ha dependido de Soka Gakkai, la base de apoyo de Komeito, para la movilización electoral, y una encuesta reciente sugiere que el partido podría perder entre 25 y 45 escaños en la próxima cita electoral.
La elevada popularidad de Takaichi no garantiza estabilidad política. Su estilo asertivo puede influir temporalmente en la opinión pública, pero el descontento estructural hacia el PLD persiste. Para consolidar un apoyo duradero, deberá involucrar a un espectro político más amplio y reconocer las limitaciones de una ideología nacionalista a la hora de diseñar políticas equilibradas e inclusivas. Solo así podrá aspirar a trascender la volatilidad que tradicionalmente ha marcado la política japonesa contemporánea.
Artículo traducido del inglés, publicado originalmente en East Asia Forum el 26 de noviembre de 2025.

