El candidato presidencial del Partido de Acción Ciudadana (PAC) de Costa Rica, Carlos Alvarado, se dirige a los partidarios de la victoria en San José el 1 de abril de 2018. GETTY

El Domingo de Resurrección de la democracia en Costa Rica

Ana Patricia Cubillo Guevara
 |  3 de abril de 2018

El 1 de abril, Domingo de Resurrección, se celebró en Costa Rica la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. Unas elecciones llenas de acontecimientos inéditos que han servido para devolver el interés por la democracia en el país centroamericano.

La primera novedad ha sido que, por primera vez, un partido político fundamentalista (cristiano evangélico), el Partido Restauración Nacional (PRN), con el pastor evangélico Fabricio Alvarado como candidato, ha tenido la posibilidad real de gobernar Costa Rica. Y esto ha sido así al pasar el PRN, como primera fuerza política, a la segunda vuelta de las presidenciales, tras obtener el 24,99% de los votos. El PRN se presentó a las elecciones con un programa electoral que pretendía convertir la moral evangélica en la moral costarricense, defendiendo importantes frenos y retrocesos en materia de derechos fundamentales (igualdad de género, derechos de LGTBI, fecundación in vitro, aborto, retirada de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, etcétera). El temor a la posible victoria del PRN desató una dura campaña en su contra en redes sociales, con gran cantidad de memes, cuyo objetivo era ridiculizar las propuestas electorales del partido y su candidato. Especialmente divulgado fue un vídeo en el que la esposa de Alvarado decía “hablar en lenguas” por la intermediación del Espíritu Santo, utilizando la expresión “Ramasheka Talamasoa”, que se hizo viral.

La segunda novedad ha sido que el Partido Acción Ciudadana (PAC), actualmente en el gobierno, quedó como segunda fuerza política en la primera vuelta de las elecciones presidenciales, con el 21,63% de los votos y por detrás del PRN, y como primera fuerza en la segunda vuelta, con el 60,66% de los votos y por delante del PRN (que obtuvo el 39,34%). Y ello a pesar de los elevados niveles de impopularidad que tenía el gobierno debido, entre otros, al escándalo de tráfico de influencias para la importación de cemento chino, conocido como “el cementazo”, que lo había relegado al cuarto lugar en las encuestas electorales. Esta remontada electoral no se explica tanto por el aumento del voto de respaldo al PAC y a su candidato, Carlos Alvarado, como por el aumento del voto de rechazo al PRN y a su candidato.

La tercera novedad ha sido que ninguno de los dos partidos tradicionales del país, ni el Partido Liberación Nacional (PLN) ni el Partido Unidad Social Cristiana (PUSC), que han gobernado Costa Rica desde 1953 hasta 2014, han tenido opción de ganar las elecciones presidenciales, ya que ninguno pasó a la segunda vuelta. En 2014, el PLN, que no se presentó a la segunda vuelta, al menos quedó como el segundo partido más votado en la primera. Las elecciones de 2018 parecieran certificar, por tanto, la definitiva defunción de la tradicional partitocracia bipartidista costarricense. Hecho que queda además reforzado por una Asamblea Legislativa enormemente fragmentada, con 7 partidos políticos, sin que ninguno de ellos tenga más del 30% de los diputados.

La cuarta novedad ha sido la menor abstención en esta segunda vuelta (33,54%), respecto de la que se dio en la primera (34,30%), rompiendo la tendencia al incremento de la abstención en la segunda vuelta, típica en los países latinoamericanos. Y ello a pesar de que las elecciones se han celebrado en Domingo de Resurrección, último día de las vacaciones de Semana Santa, en las que muchos costarricenses se ausentan de forma masiva de sus lugares de residencia. Esta reducción de la abstención podría explicarse por la tensión electoral vivida durante la segunda campaña, marcada por un empate técnico entre el candidato del PRN, que partía como favorito, y el del PAC. Dicho empate técnico parece haber movilizado a muchos votantes, que adelantaron su retorno vacacional para poder depositar su voto a tiempo; algo que en un contexto más relajado no se hubiese producido.

La quinta novedad ha sido que, por primera vez, un candidato seglar, el pastor evangélico Fabricio Alvarado, ha tenido la posibilidad de gobernar Costa Rica. A pesar de que el artículo 131.2 de la Constitución de Costa Rica impide que los seglares puedan ser presidentes de la República, una cuestionable sentencia de la Sala Constitucional interpretó que el término seglar hace alusión exclusivamente a los sacerdotes de la Iglesia Católica, permitiendo que cualquier seglar de otra religión sí pueda ser presidente. Así, bajo esta interpretación claramente discriminatoria para los sacerdotes católicos, se posibilitó que un pastor evangélico –un seglar, se mire por donde se mire– optase a la presidencia de un país en el que la religión oficial del Estado es la religión católica, apostólica y romana.

Y la no menos importante y sexta novedad ha sido que, por primera vez, una mujer afrodescendiente, Epsy Campbell, ha sido electa como vicepresidenta de la república por el PAC, poniendo de manifiesto el carácter multiétnico de la sociedad costarricense. Precisamente fue ella quien, tras resultar electa, manifestó: “Estamos iniciando un proceso por Costa Rica, una Costa Rica inclusiva donde quepamos todos, donde las mujeres compartamos el poder con los hombres”.

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