En último término, lo quieran o no los actores implicados en el conflicto palestino-israelí, cualquier solución a la guerra entre Israel y Hezbolá pasa por Teherán y Damasco. A nadie se le escapa esta vez que la provocación de Hezbolá que desencadenó la crisis actual no pudo tener lugar sin la aprobación, e incluso la incitación, de sus padrinos, muy especialmente de Irán, que ha desplazado a Siria de su papel de principal patrón del jefe de la organización chií, Hassan Nasrallah. El régimen de Bashar al Assad, por su parte, sigue siendo el principal benefactor de las organizaciones radicales palestinas, cuyos jerarcas, sobre todo Haled Mashal, el terrorista número uno de Hamás, goza de su hospitalidad.