Para que el Imperio Británico dejara de ser la primera potencia mundial y la libra esterlina la principal moneda de reserva del mundo fueron necesarias dos guerras mundiales y una gran depresión económica”. Con ese sarcástico comentario un reciente editorial del Wall Street Journal contestaba a los prematuros obituarios publicados en la prensa internacional sobre la supuesta pérdida de EE UU del estatus de superpotencia a raíz de la debacle de Wall Street, augurando un “mundo postamericano”.

Entre los banqueros de Wall Street se ha puesto de moda decir “Dubai, Mumbai, Shanghai or goodbye”, para comentar con humor que el futuro ya no está en Nueva York y que se ha trasladado a los emergentes centros financieros asiáticos. Sin embargo, esa visión puede pecar de optimismo. Ninguna pieza del sofisticado mecanismo de la globalización financiera se verá libre de los efectos de la implosión del núcleo del sistema

Oriente Próximo no podrá sortear los embates de la crisis financiera global. Ni siquiera la ingente riqueza acumulada por los países petroleros de la región va a impedir que el colapso financiero de Wall Street amenace la estabilidad de su sistema bancario. Los miles de millones de dólares que el crudo ha proporcionado a sus arcas han ido a parar a los mercados de capitales globales o han financiado la construcción de futuristas rascacielos, como los del nuevo centro de negocios de Dubai, que quiere convertirse en el mayor hub financiero entre Londres y Singapur.

El asalto el 25 de septiembre por piratas somalíes del carguero ucraniano Faina que se dirigía a Kenia con 33 tanques rusos T-72, 150 lanzagranadas, seis armas antiaéreas y abundante munición, todo ello por valor de 30 millones de dólares, ha sido el más grave de los casi 60 ataques que han sufrido este año navíos de diversos países en el golfo de Adén, por el que atraviesa el 30% del petróleo que es transportado en el mundo.

Al ser éste el año de los juegos olímpicos de Pekín, muchos pensaban que el premio Nobel de la Paz sería recibido por disidentes chinos, pero el comité del Nobel sorprendió a propios y extraños otorgando ese honor al ex presidente de Finlandia, Martti Ahtisaari, por sus esfuerzos en distintos continentes y durante más de tres décadas para resolver conflictos internacionales. Ahtisaari es conocido sobre todo por su actuación en el proceso que ha llevado a la independencia de Kosovo, pero sin duda la más importante fue la que condujo a la independencia de Namibia en 1990.