Al haber introducido un alto representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad que dirigirá la acción exterior de la Comisión y del Consejo Europeo, el Tratado de Lisboa no ha evitado la fragmentación de la voz de la Unión Europa ni la forma en la que ésta fija sus posiciones en las grandes organizaciones y conferencias internacionales.

En el Atlántico Sur se está incubando una amenaza que un informe del departamento de Seguridad Interna de EE UU calificó en enero de 2008 como “el desarrollo más peligroso en la explotación criminal de la aviación desde los atentados del 11-S”: el creciente intercambio de drogas por armamento entre narcotraficantes latinoamericanos y extremistas islámicos en el Sahel y varios países de África occidental.

Sonatrach, la empresa argelina que canaliza el 90% de las exportaciones del país –y la mayor compañía del continente africano, con un volumen de negocio de 80.000 millones de euros anuales–, ha sufrido el mayor escándalo corporativo de su historia.

Aunque los asuntos económicos son hoy más centrales que nunca en los debates políticos en América Latina, las discusiones ya no se centran tanto en la naturaleza de los sistemas económicos –sobre cuyas estructuras básicas parece haber un gran consenso– como en el papel que le corresponde a las empresas estatales en el nuevo modelo de desarrollo.

Esta semana se reúnen por primera vez el secretario de Estado para Iberoamérica, Juan Pablo de Laiglesia, con su homólogo estadounidense, Arturo Valenzuela.