Aún cuando no se ha convertido en el prestatario de último recurso que la mayor parte de Europa espera que sea, en estas últimas semanas el Banco Central Europeo (BCE) ha dejado atrás la política de intervención limitada de la etapa de Jean-Claude Trichet. Cuando parecía inevitable una escalada de las primas de riesgo de España e Italia, que haría inmanejable la crisis de deuda soberana de la zona euro, el nuevo presidente del BCE, Mario Draghi, decidió abrir a principios de diciembre una línea de préstamos a tres años a la banca europea por valor de una cifra sin precedentes en la historia del banco: 489.000 millones de euros.

La nueva “guía estratégica” de defensa de EE UU –presentada el 5 de enero por Barack Obama y su secretario de Defensa, Leon Panetta– supone, entre otras cosas, un replanteamiento global del papel de la superpotencia en el escenario europeo.

El conflicto soterrado que enfrenta a EE UU, Israel y varios de sus aliados europeos y árabes con Irán, ha entrado en una etapa marcada por operaciones encubiertas, sanciones económicas, despliegues militares intimidatorios en el golfo Pérsico, ataques cibernéticos, sabotajes y el asesinato selectivo de científicos nucleares iraníes.

La gira del presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, por Venezuela, Nicaragua, Cuba y Ecuador en pleno recrudecimiento de las tensiones entre Teherán y Occidente por el programa nuclear iraní, ha tenido escasos contenidos económicos reales, mientras que su simbolismo político ha estado dirigido básicamente a la opinión pública iraní, a la que Ahmadineyad quiere convencer de que Irán no es un país aislado.